Enrique Alcat - Director Ejecutivo del Programa Superior en Gestión Empresarial y Dirección de Comunicación de IE Business School y Dircom
Si hace unas décadas la guerra se libraba en el espacio para saber quien tenía más poder tecnológico para llegar a otros planetas, ahora la guerra se libra en las telecomunicaciones pero sin salir de este planeta. El espionaje masivo que ha saltado por los aires era cuestión de tiempo y resulta extraño que todavía existan personas que se sorprendan por esta irregularidad cuando ya hace años, tras el boom de Facebook, existía una información en internet que bajo el título de “la cara oculta de Facebook” ya desgranaba quien estaba detrás de esta red social, que no es otra que la NSA, es decir Estados Unidos.
La excusa del espionaje por “seguridad” pasa a un segundo plano cuando existen otras razones mucho más sencillas como, simplemente, tener controladas todas las comunicaciones y, tal vez, sacar informaciones relevantes para la industria.
Si la lógica fuera “espiar al enemigo” tendría hasta su justificación pero en esta ocasión el espionaje es de todos contra todos lo que implica que las reacciones de varios gobiernos europeos han sido tímidas y timoratas como para justificar el expediente.
La amenaza de grandes potencias como China e India así como saber qué se cuece en Europa siempre ha sido una preocupación de Estados Unidos. Si los propios americanos han inventado a partir de internet todas la redes sociales y los nuevos sistemas de información, aparentemente gratuitos, es por “algo” y para “algo”. Y ese “algo” no es otra cosa que tener acceso a las comunicaciones de empresas, políticos y personas anónimas donde pudieran obtener informaciones diversas no tanto por temas de seguridad sino de conocimiento.
La confirmación de la sospecha ha vuelto a generar una nueva crisis de confianza pero que será pasajera ya que quien más quien menos tiene a Estados Unidos como amigo o aliado.
Si ya Google y sus tentáculos informáticos nos tenían “controlados” la confirmación de este espionaje masivo pone en evidencia la violación de la privacidad de ciudadanos anónimos y de dirigentes políticos y empresariales con el único objetivo de mantener la hegemonía mundial de Estados Unidos.
Las informaciones masivas obtenidas a través del teléfono y de las redes sociales almacenan todo tipo de datos, incluidos los financieros, donde no solo pueden conseguir, por ejemplo, los fondos económicos del terrorismo sino de cualquier individuo, como tú y como yo. Es más, como curiosidad, yo he sido uno de esos miles de millones de ciudadanos espiados. Ya tenía la sospecha cuando sin motivo aparente se cortaba de forma reiterada mi comunicación por móvil o escuchaba el eco de mi propia voz en mi móvil, señal inequívoca de que tenia el móvil “pinchado”. El espionaje, en mi caso, fue de tan baja intensidad que un día comentando por teléfono con mi interlocutor que tenía el móvil pinchado apareció en la pantalla los dígitos de quien me controlaba el móvil. Así de sencillo y así de cutre.
Desde Wikileaks hasta las revelaciones de Snowden las escuchas se convierten en evidencias científicas pero que nadie de engañe: lo que se critica es justamente lo que unos y otros quieren. Es decir, poner de malo de la película a Estados Unidos y al mismo tiempo agradecer a este país informaciones confidenciales de gran interés gracias a los servicios de espionaje.
Es la paradoja de nuestro tiempo. Criticar lo que haces y hacer justamente lo que criticas. Como se decía hace años, quien tiene la información tiene el poder y, de momento, la información la tienen los Estados Unidos de América.
Enrique Alcat es director del programa superior de Gestión Empresarial y Dirección de Comunicación del IE Business School. Ha gestionado más de 200 casos de crisis empresariales en materia de comunicación y es autor de tres libros: “Y ahora ¿qué?”; “Seis recetas para superar la crisis” e “¡Influye!”. Es miembro de la junta directiva de la Asociación de Directivos de Comunicación (Dircom)
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