Antonio Montes - Director de Relaciones Estratégicas de IE Business School
Parece que todos los analistas, tanto brasileños como extranjeros, coinciden en señalar 2014 como un año crucial para Brasil y no sólo por celebrarse en junio los mundiales de futbol.
El país se encuentra en un momento especialmente delicado, fruto de múltiples factores: por un lado, la revalorización del dólar americano, que empeora la ya deficitaria balanza comercial brasileña y que, además, dificulta el control de la inflación. Por otro lado, una Europa que está empezando a emerger tras fuertes sacrificios que van más allá de los ajustes laborales, con una reconversión que ha hecho más competitiva su industria, y que deja en evidencia algunas de las carencias de la industria brasileña.
Además, el país encara los problemas intrínsecos y propios de la economía y la política brasileña de estos últimos años. Nos encontramos con un Brasil que ha cambiado radicalmente en la última década, llegándose a convertirse en la 7ª potencia del mundo, debido a los altos índices de crecimiento de su PIB.
En Brasil actualmente existe una clase media de nueva creación que ronda el 55% de la población, unos 110 millones de personas que consumen y demandan bienes a los que anteriormente no podían acceder. Todo esto ha tenido igualmente un impacto significativo en la inflación, aunque todavía está en tasas razonables, rondando el 5%. Sin embargo ni la industria ni las infraestructuras han crecido a los niveles necesarios para dar respuesta a esta creciente demanda de nuevos consumidores.
Este es uno de los mayores problemas a los que tendrá que enfrentarse el nuevo gobierno que salga de las urnas este próximo octubre. Aunque todavía no ha confirmado que se vaya a presentar a la reelección, la Presidenta Dilma Roussef, parece la favorita, e incluso se especula con que tendría, desde la primera vuelta, mayoría y apoyo suficiente como para gobernar sin necesidad de ir a una segunda ronda.
La presidenta tuvo sus horas bajas, sobre todo a raíz de las protestas populares del pasado junio, en parte provocados por la sensación de que se estaba malgastando el dinero público en infraestructuras inútiles para los mundiales de futbol, cuando el pueblo tenía otras carencias que era más importante atender.
Sin embargo ha remontado de manera importante, contando ahora con el apoyo del 56% del electorado, al haber respondido al clamor popular con determinadas medidas exigidas por los manifestantes, tales como la contratación de casi 6.700 médicos extranjeros para mejorar la sanidad, alguna concesión en los problemas del transporte urbano y, sobre todo, haber reconocido que había cosas que no funcionaban bien.
No obstante, y aunque parezca algo exagerado, en gran parte el resultado alcanzado por la selección brasileña en los campeonatos del mundo será decisivo para el resultado electoral.
En cualquier caso está claro que la política seguida hasta la fecha, y que dio sus frutos en los dos primeros años del mandato, no parece la más adecuada para enfrentar el futuro del país.
Es necesaria una apuesta mucho más firme y decidida por el sector privado, de manera que se puedan ejecutar los proyectos de infraestructuras, tan necesarios para el desarrollo del país y a los que el erario público tan sólo destina un 18% del PIB, lo que resulta de todo punto insuficiente (India, otro de los BRIC, destina un 36% de su PIB a este capítulo).
Son necesarias, nuevas autovías, aeropuertos, puertos, alta velocidad, etc. Brasil tiene un enorme retraso y sin una fuerte inversión del capital privado al que se atraiga y cuide será imposible realizar las obras necesarias y prometidas.
Por otro lado el nuevo gobierno deberá promover las medidas necesarias para desarrollar y hacer más competitiva a la industria brasileña, cuyos costes laborales son muy elevados, en comparación con otros países y dónde, además, habrá que hacer un esfuerzo importante en materia de formación para poder disponer de una mano de obra suficiente y bien cualificada, algo que se revela como una de las grandes carencias del país.
Finalmente es necesario recuperar la credibilidad en materia fiscal. El mercado considera que este gobierno ha seguido una política expansionista, sin límites ni metas, espantando en muchos casos al empresariado hacia otros mercados menos exigentes. Las voces que anticipan una rebaja en la calidad de su deuda ya están sonando altas en Brasil.
Este año deberá ser un año de ajustes, internacionalización, resolución de problemas estructurales, que retengan y atraigan al capital, moderen la inflación, ayuden a bajar los tipos e impuestos y consoliden una economía en constante crecimiento, moderna y dinámica que posicione nuevamente y definitivamente a Brasil, como uno de los grandes países del mundo, para que pueda cumplirse su previsión de convertirse en 2023 en la 5ª economía del planeta.
Antonio Montes es Director de Relaciones Estratégicas de IE Business School y director general de la Alianza Sumaq