Francisco Navarro - Director del Global Corporation Center de EY/IE Business School y Vice Decano de IE Business School
Leyendo ‘The Next Convergence’, el volumen sobre la globalización de Michael Spence, economista, Premio Nobel y ex Decano de la Graduate School of Business de la Universidad de Stanford, me llamó la atención una de sus reflexiones:
"Antes de 1750, la mayor parte del mundo tenía las mismas condiciones de vida que el 85% de los habitantes en 1950. Eran pobres y vivían en un entorno con una tecnología y una economía básicamente estancadas. En 1950 la renta media de las personas que vivían en los países industrializados se había multiplicado por 20. Esto afectaba solo al 15 % de la población mundial".
Han pasado 64 años desde 1950 y, en estos momentos, nos encontramos ante un hecho extraordinario y complejo que envolvemos en la denominación genérica de ‘globalización’. Sin embargo, el significado que representa mejor a este término es el de ‘convergencia’.
La globalización es pues una ‘gran convergencia’ de los denominados países emergentes y sus empresas que ‘confluyen’ en mercados, industrias y servicios donde nunca soñaron estar, para competir abiertamente con las denominadas economías desarrolladas, sus países y sus empresas.
En los años 50 y 60, EE.UU. no consideraba a China e India como países competidores. General Motors nunca planteó en sus escenarios estratégicos, en esos años, que una compañía India pudiera competir con ella en el sector del automóvil. Hoy, TATA es una realidad.
Actualmente, países emergentes como India, Vietnam, Marruecos, etc. convergen en mercados inimaginables para ellos hace 30 años y compiten con las economías avanzadas que hoy, más que nunca, deben hacer un esfuerzo titánico si quieren mantener sus estándares de vida, situación de la que no gozan, todavía, la mayor parte de los países emergentes.
En un estudio desarrollado por Thomas A. Kochan[1] se refleja el creciente gap de salarios- productividad. En el grafico "Needed: Closing the 30 year Gap in Wages-Productivity Growth" (adjunto) del citado informe se aprecia cómo, en las compañías americanas, a partir de 1975 las mejoras de la productividad y las mejoras salariales tienen caminos divergentes.
Esta situación es contraria a lo sucedido entre 1945 y 1975 donde ambos crecimientos mantenían caminos solapados. Y en ese periodo se cumplía el ‘american dream’: “Every parent’s promise: If you work hard, get a good education, and play by the rules…You should be able to achieve a higher standard living than your parents"[2].
Durante ese periodo de 1945 a 1975, General Motors, cumplió ese principio. Hoy ese sueño es imposible de realizar, porque General Motors debe fabricar coches que puedan competir con vehículos fabricados en otros escenarios económicos donde, prácticamente con la misma tecnología de GM, los costes salariales son drásticamente inferiores. Para tener una estimación, el coste laboral por hora trabajada en EE.UU. es de 25€ frente a 1€ en India.
Cuando las empresas convergen en los mercados pueden competir con tecnologías maduras o con tecnologías avanzadas. Si se compite con tecnologías maduras, éste sería el caso de TATA, el coste es el elemento clave de la competitividad. Si se compite con tecnologías avanzadas – éste sería el caso de Apple o de Samsung- la clave de la competitividad está en los activos intangibles. Los activos intangibles por excelencia son el conocimiento, el talento y las habilidades de las personas.
Por ello, hoy más que nunca son necesarias universidades, escuelas de negocios, etc., que puedan formar a todas las personas que deben competir por conocimiento. En la actualidad, las universidades y escuelas de negocios de EE.UU., Asia y Europa rivalizan por captar a los mejores y formarlos.
Ese mundo de convergencia también afecta al sector educativo. Para las personas más competitivas, que son las necesarias para este mundo del siglo XXI, el ‘knowledge dream’ es la nueva arcadia a la que todos deben acudir.
Ese es el mundo de la globalización, de la convergencia.
Paco Navarro es Vicedecano de Desarrollo y Márketing de Programas Funcionales y Subdirector General del Instituto de Empresa. Ingeniero de la Armada Española durante doce años, en las décadas 70 y 80 trabajó en proyectos pioneros de calidad e ingeniería sofisticada. Dentro del Instituto de Empresa, ha ocupado numerosos puestos ejecutivos y, en 1999, formó parte del equipo encargado de implantar toda la tecnología de la escuela.
Doctorando en Administración de Empresas por la Universidad Autónoma de Madrid, MBA por el Instituto de Empresa y Licenciado en Químicas por la Universidad Complutense de Madrid, el profesor Navarro es miembro de la Asociación Española de Contabilidad y Administración de Empresas (AECA).
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