En la naturaleza existe una regla de oro no escrita: si un animal tiene colores llamativos, no lo toques ni te lo comas ni lo beses; probablemente será venenoso y no se convertirá en un príncipe. En biología, esta forma de avisar de que eres malo se conoce como aposemasis, y significa que ese pulpo de colorines que parece sacado de un catálogo de Imaginarium te puede dejar tieso en menos de lo que tú tardas en decir: “¡¡¡Cefalópodo ca**ón!!!!”. También vale para las ranitas, las orugas y las mariposas, pero no para tu cuñada, aunque se ponga mucho colorete.