Hace unos días, en una reunión con la redacción de suplementos, Luis Prados, responsable de las ediciones de EL PAÍS en América, habló sobre la borrosa y exótica imagen que en España tenemos de México. Su comentario me hizo recordar el que, durante un verano adolescente en Cambridge (Inglaterra), le escuché a un compañero de estudios de Guanajuato: “En Estados Unidos, muchos piensan que los mexicanos vestimos de charro, con pistolones, grandes bigotes y cara de malotes; ¿cómo nos ven por allá en España?”. No supe qué decirle. Mi conocimiento de México se limitaba a las películas de Cantinflas. Él lo sabía todo sobre España; yo no sabía nada de México. Quedé como un imbécil.
Para paliar en lo posible mi ignorancia, algunos años después viajé a México. Y he vuelto varias veces: es un país que me apasiona. Entre otras razones, por estas: