En 1636, un bulbo de tulipán podía cambiarse en Holanda por 4.600 florines, un carruaje nuevo, dos caballos tordos y un arnés completo.
Lo explica el británico Charles Mackay en su Extraordinary Popular Delusions and the Madness of Crowds, publicada por primera vez en Londres en 1841 y editada en español como Delirios multitudinarios. La manía de los tulipanes y otras famosas burbujas financieras.
Por un ejemplar de Semper augustus, una rara variedad bicolor, se llegaron a pagar más de 5.200 florines, una auténtica fortuna para la época. Poco después, su precio se desplomó y muchos se arruinaron.
El tulipán es una liliácea de raíz bulbosa originaria de las estepas y montañas de Asia Central. Llegaron a Europa en el siglo XVI, y hoy existen cerca de 150 especies y más de 500 variedades. Más de la mitad de los que se cultivan en el mundo proceden de Holanda, donde florecen desde mediados de marzo hasta mediados de mayo. Los 50 kilómetros que separan Haarlem, en las afueras de Amsterdam, y Leiden se conocen como Bloembollenstreek (carretera de las Flores), y estos días convierten la campiña holandesa en un mar de tulipanes.
Otra cita imprescindible con la primavera holandesa es el parque Keukenhof, que acaba de abrir sus puertas y se puede visitar, hasta el 21 de mayo, en la localidad de Lisse, a media hora en tren desde Ámsterdam. Allí se plantan cada año más de siete millones de bulbos de flores.
Esta temporada está dedicado al Siglo de Oro holandés y la obra de artistas como Johannes Vermeer o Rembrandt, representada en un mosaico de 250 metros cuadrados compuesto por más de 100.000 tulipanes, jacintos, lirios, narcisos y crocos.
Fotos: Parque Keukenhof / Turismo de Holanda.
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