"A que es enoorrrme?”. Para alguien que no es futbolero y que no ha pisado en su vida un estadio, la visita al Santiago Bernabéu es una experiencia instructiva y curiosa. Sobre todo si la realiza con su hijo de ocho años —Álvaro—, tan devoto del Real Madrid que se sabe de memoria la alineación del equipo blanco (y la de sus rivales) y le ha puesto de nombre a su pez —un beta tailandés azul y granate, los colores del Barça— Cristiano Ronaldo.
En efecto, es enorme. Cada año, más de un millón de personas lo visitan (el Museo del Prado recibió 2,8 millones en 2012), y no para ver los partidos, sino para conocer los lugares donde sus héroes juegan, se cambian de camiseta, contestan a las preguntas de los periodistas o escuchan a Zidane: el tour del Bernabéu. La ruta, de unas dos horas (19 euros; menores de 14 años, 13 euros), se hace por libre y comienza en la Torre B, en la esquina de la Castellana con la calle de Concha Espina. Unas escaleras conducen hasta lo alto del cilindro de hormigón, con vistas panorámicas del enoorrrme estadio, un lugar “para tocar el cielo y escuchar en silencio el eco de una grandísima afición”, según dice el folleto que te dan en la entrada. “Domínguez, Marquitos, Santamaría, Pachín, Vidal, Zárraga. Canario, Del Sol, Di Stéfano, Puskas y Gento”, recita un señor mayor que aún se acuerda de la plantilla de 1960. Por los paneles multitouch de la sala Mejor Club de la Historia (se llama así) corren Ronaldo, Pepe, Sergio Ramos, Benzema, Toni Kroos, Carvajal, Lucas Vázquez, Casemiro, y en las vitrinas brillan los trofeos ganados por el equipo —copas, supercopas, de la Liga, de la UEFA...— junto a las botas y camisetas de viejas glorias del fútbol como Di Stéfano.
En los sobrios y aseados vestuarios del Santiago Bernabéu huele como en los de cualquier gimnasio de barrio, la prueba de que las superestrellas del fútbol también sudan. En sus paredes se alinean las taquillas de los jugadores, cada una con su nombre, su foto y la camiseta numerada. Además de las duchas, hay jacuzzi, bicicletas estáticas, una máquina de refrescos y tres camillas de masaje. En los vestuarios del equipo visitante, también. Tras los vestuarios, la visita continúa por el túnel de jugadores. Los turistas se hacen fotos sentados en el banquillo, poniendo cara de sufridores al pie del terreno de juego, con un césped tan verde que parece de mentira. Después viene la sala de prensa, también con foto. Y la tienda de recuerdos; prepara la cartera.
Nota: una versión anterior de este artículo se publicó en abril de 2013 en la edición en papel de El Viajero
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