Los poetas son los que mejor saben anticipar las auroras y los ocasos del mundo. Nunca son complacientes, porque consiguen ver las cosas por dentro y descubrir los infiernos más oscuros y secretos del alma.
Así lo fue el poeta brasileño Carlos Drummond de Andrade, que hoy 31 de octubre, cumpliría 109 años. Los millones de brasileños que se han alimentado y lo siguen haciendo, de su poesía, han creado para él el Dia D de Drummond que arranca hoy en Brasil y Portugal y que pretende, cada año, celebrar su memoria, como lo hacen los irlandeses con su James Joyce.
La poesía brasileña es fecunda como su suelo. Nombres como Manuel Bandeira, João Cabral de Melo Neto, Cecelia Meirelles y hoy un Ferreira Gullar, candidato al Nobel de Literatura, cuyo Poema Sujo, escrito en el exilio en Buenos Aires- cuando estaba seguro que iba a ser asesinado- justifica él sólo la consagración el poeta como inmortal.
Sin embargo, Drummond es Drummond, como Lorca es Lorca y Borges es Borges. Son poetas que no necesitan adjetivos. Son eternos, y por haber tocado el genio de los dioses, sus versos parecen esculpidos en piedra, con la fuerza bíblica de lo universal y la clarividencia de los brujos.
Cada amante de la poesía guarda en su alma un verso del poeta que ama, que nutre sus horas de soledad o angustia, de amor o desaliento. Para mi, el verso de Drummond que escribiría sobre las palmas de mis manos es aquel que reza:
TENGO APENAS DOS MANOS Y EL SENTIMIENTO DEL MUNDO
Poema duro en el que Drummond, de alma minera, tímido, enigmático, poeta de la memoria y del modernismo, de la individualidad, del todo y de lo insignificante, del dolor y del amor (también el erótico), obsesionado por "la piedra en el camino", acaba intuyendo un mundo negro en el que el día se cubre de oscuridad ,y termina con estos versos:
ESE AMANECER
MÁS NOCHE QUE NOCHE
Leyendo hoy al gran poeta brasileño y analizando los periódicos con su guerras, sus incógnitas económicas, su rechazo al diferente, su futuro sin horizontes risueños, podriamos decir que él fue profeta, ya que el amanecer del mundo en gestación aparece sombrío como el de sus versos.
A pesar de ello, como los poetas tienen algo de divino, pero no son aún dioses y también se equivocan, mi mejor homenaje hoy a Drummond, es que haya podido equivocarse y que el mundo de nuestros hijos y nietos pueda ser en vez de "amaneceres con más noche que noche", un "alba con más luz que luz"
Como el poeta minero, también nosotros tenemos apenas "dos manos". Lo que no sé si tenemos, como lo tuvo él, ese "sentimiento del mundo", que abraza de una vez todo el dolor y toda la gloria del Planeta, y no sólo el minúsculo territorio de nuestro egoísmo.
Sombrío o risueño, dolorido o alegre, el sentimiento universal del mundo y cada una de sus criaturas nos pertenece y de él somos responsables. Drummond, en aquel su sentimiento universal del mundo,abrazó toda su totalidad, aunque le doliera, sin olvidarse hasta de los animales sobre cuya defensa escribió -ya entonces- páginas clarividentes.