Los ricos brasileños acarician un nuevo sueño: construir en sus casas la llamada “habitación del pánico”.Y junto con ella, contar con un “asesor familiar de seguridad”. Esa exigencia de millonarios se da más en la rica Sâo Paulo, con sus 20 millones de habitantes, la mayor de América Latina y la que concentra más adinerados por metro cuadrado. Sâo Paulo es la capital financiera y económica del país con el 12 del PIB nacional.El del Estado de Sâo Paulo con casi tantos habitantes como España es del 33%.
Curiosamente, Sâo Paulo, es la ciudad brasileña con menor número de homicidios por 100.000 habitantes. Alcanza ya casi los parámetros aceptados por la ONU. Y sin embargo, es la ciudad con mayor número de asaltos y de secuestros de adultos y niños.
En este momento, la capital paulista está viviendo un momento de terror: de nuevo autobuses incendiados y patrullados por la policía militar; agentes del orden asesinados; comisarías de la policía acribilladas a tiros de ametralladora y algo más nuevo: una ola de asaltos a mano armada en restaurantes. En las últimas semanas fueron víctimas de los llamados “bandidos”, más de 30 restaurantes. Y no sólo de lujo. Son asaltados restaurantes de todas las categorías, hasta aquellos a los que acuden familias sencillas.
Según datos de la policía en los dos primeros meses de este 2012 han tenido lugar en la ciudad, 17.445 asaltos incluidas residencias.
Asalto a un restaurante en São Paulo
Días atrás pudieron observarse en la televisión escenas capturadas por las cámaras de un restaurante medio, que daban pena: Los asaltadores entrando disparando y grandes y pequeños escondidiéndose debajo de las mesas de plástico. Sólo se veía la cabeza de un niño asomando debajo de una mesa, al que el miedo no le hizo perder la curiosidad y quiso ver lo que estaba asustando a sus padres.
Célebres son los llamados “arrastoes” a urbanizaciones de lujo en la zona rica de la ciudad. A pesar de estar vigiladas con policías privados dentro de garitas a prueba de bala, cuando llega un bando de 20 asaltadores ametralladoras en mano, no sirven de nada y empiezan a saquear los pisos uno por uno cargando con todo lo que encuentran.
Ello es lo que ha llevado a los ricos a pensar en la “habitación del pánico”, un cuarto blindado dentro de los pisos generalmente de alto lujo. Ese bunker depende de las posibilidades económicas de cada familia. Los que pueden menos, ajustan la antigua habitación de la criada, ubicado generalmente dentro de la cocina, y que hoy ya nadie usa. Los más pudientes se construyen una habitación especial, a prueba de todo, donde refugiarse la familia cuando advierten que un bando ha empezado a asaltar la urbanización. Quién más puede más cosas coloca en esa habitación: desde sofisticados aparatos de comunicación en conexión con la policía, a televisión, computador, neveras con comida y hasta revistas de entretenimiento.
Cuando el domingo pasado, el gran novelista, João Ubaldo Ribeiro, escribió en su artículo dominical en el diario O Globo, sobre este tema de “las habitaciones del pánico”, lleno de ese humor negro que le caracteriza, pensé a una ficción literaria. Pero, no. Me puse a investigar y todo es cierto. La fiebre de poseer un cuarto súper blindado para refugiarse dentro de casa contra los asaltos, en la línea de los bunkeres de los americanos durante la Guerra Fría, es una realidad.
Ernesto Britan, director ejecutivo de VP Consultora de Seguridad, confirma que la demanda de estos bunkeres dentro de las casas de los ricos aumenta cada día sobretodo en Sâo Paulo. “Estamos ya construyendo uno por mes”, confirma Britan y el precio llega a 400.000 reales ( unos 180.000 euros). La publicidad que estas empresas hacen es la siguiente: “Mucho más caro es pagar el rescate en caso de secuestro”.
Objetos escatados por la policía en asaltos a restaurantes en Sâo Paulo
Junto con la construcción de la “habitación del miedo”, los ricos están recibiendo de los asesores de seguridad familiar, decenas de consejos prácticos para evitar asaltos y secuestros, como cambiar continuamente de itinerario para ir al trabajo; usar coche blindado o mejor aún helicóptero, sobretodo para llevar a los niños al colegio; salir casi sin nada si van al restaurante, sólo el dinero justo: ni móvil, ni reloj, ni joyas, ni tarjetas de crédito. O mejor, aún, dicen los asesores, “pedir una pizza en casa”.
Eso sí, que el que la entrega no pueda entrar en el piso. Debe ser recibida a través de un agujero, tipo los antiguos tornos de las monjas de clausura.
En su artículo, Ribeiro ironiza y escribe que pronto el cuarto del pánico será sólo para clase media; los ricos van a poder tener el piso entero blindado, después la urbanización entera . Y por qué, no, un día, el barrio entero. Y en ese caso, ¿para qué salir de él? Más seguros imposible.
Entrada a una urbanización de lujo en são Paulo
Los restaurantes para protegerse, han creado, ayudados por la policía, una especie de comunidad de defensa. Ya han adherido unos 60 en Sâo Paulo. Consiste en estar cada momento en contacto unos con otros informándose de cualquier movimiento sospechoso, llamándose continuamente con el lema: “¿Está todo bien”? y avisar enseguida a la policía.
Las fuerzas del orden se justifican: “Tenemos 16.000 policías para patrullar las calles de una ciudad de 20 millones. Es imposible que podamos ver todo. Los ciudadanos tiene que ayudarnos avisando de cualquier detalle sospecho", afirman.
Se ha creado así la asociación “Vecinos solidarios”. La iniciativa ha comenzado en el barrio bien de la ciudad, Itaim Bibi. Los porteros de las urbanizaciones de lujo se llaman por teléfono cada media hora para saber si todo está calmo.
El novelista acaba subrayando, que pronto serán construidlos los “restaurantes del pánico”, todos blindados. Ya que escribe: “El que sale de casa a comer a un restaurante, sabe que sale, pero no sabe si vuelve, como los que se embarcaban en las carabelas de Pedro Álvares”. Y concluye irónico, que al final, todo ese blindaje contra el pánico “acaba creando empleo y renta”, como diciendo: ¿Para qué quejarse entonces?