La noticia parace increíble, pero es verdad: un niño se creyó durante
seis años que era una gallina. Vivió encerrado en un gallinero y estaba
convencido de ser una ave más. Comía como ellas picoteando, cacareaba
como ellas y no sabía hablar.

Todo ello en las Islas Fiji, el archipiélago del Océano Pacífico con 300
islas y 540 islotes, paraíso del turismo millonario por sus bellezas
naturales deslumbrantes.
La historia de Sujit Kumar la ha publicado en Brasil el portal Terra y
enseguida ha recorrido las redes sociales por la fuerza humana, social y
espiritual que entraña.
Hoy, aquel niño que a sus 40 años aún sigue a veces actuando como una
gallina, picoteando las paredes, que no consigue aun dormir en una cama y
se acurruca en un sillón al estilo de las gallinas, aún no habla. Pero ha
empezado a recorrer el arduo camino de su recuperación gracias a la
ayuda de la empresaria australiana, Elizabeth Clayton, que trabajaba con
importaciones en Fiji y a la que su encuentro fortuito con el niño
gallina, le cambió su vida.
Sujit y Elizabeth Clayton
Hoy, viuda tras haber su marido fallecido en un accidente subiendo el
Everest, ha vendido toda su fortuna para crear una institución de niños
abandonados que recoge en la calle. Y vive con ellos en comunidad.
Es quizás esa transformación de la empresaria operada en su alma por
aquel muchacho que ella acogió cuando parecía más una animal salvaje que
un ser humano, lo que más me ha tocado de esta historia rocambolesca,
chocante y a la vez emblemática de los contrastes que pueden anidar en
el corazón de un país considerado un paraíso, pero que esconde también sus
infiernos secretos.
La historia del pequeño Sujit comenzó en los años 70 cuando en una
poblado del archipiélago, a sus dos años, su madre se suicidó y el padre
fue asesinado.

Sin saber que hacer con el niño, los abuelos lo colocaron
en el gallinero debajo de la casa, donde vivió seis años sin ver a
persona humana.
Vivió en el gallinero, se alimentaba como las gallinas, comía como si su boca fuera un pico de ave y picoteaba como ellas.
A sus ocho años, sin hablar una palabra, no sabiendo qué hacer con él y al
no haber en Fiji un sólo lugar para niños abandonados, lo colocaron en un asilo para ancianos, ya que nadie se atrevió a adoptarlo.
Durante 22 años estuvo amarrado a una cama. Hoy a sus 40 años aún lleva
las cicatrices en su cintura de las sábanas con las que lo ataban al camastro.
A finales de 2002, llegó para él una luz de salvación. La empresaria
Clayton había ido a aquel asilo haciendo parte de una comitiva del Rotary
Club que les llevaba mesas de plásticos.
Fue allí cuando se enteró de la increíble historia del joven que seguía
sintiéndose una gallina. Su marido acababa de fallecer y tuvo con Sujit
uno de esos encuentros capaces de transformar una vida.

Así cuenta hoy su encuentro con el muchacho: “Estaba totalmente
debilitado y maltratado. Había recibido golpes en la cara y tenía los
dedos hinchados además de los dientes y la nariz quebrados. Cuando lo
tuve delante no sabia decir si era un hombre o un niño. Su apariencia
era decrépita. Las personas creían que era un salvaje”.
Y añade: “Vi, sin embargo,
como un brillo en sus ojos cuando me miró. No podía, a ese punto, darle la
espalda”.
Primero fueron las visitas continúas al asilo para intentar una relación
mínima con él, hasta que decidió llevárselo a su casa. “Picoteaba las
paredes como una gallina y no conseguía dormir en la cama. A veces me
mordía, me arañaba y me empujaba, pero poco a poco conseguí que empezara
a ser independiente, que se afeitara sólo, se limpiase los dientes o
hiciese sus necesidades”, cuenta l empresaria.
Le quedaba a Clayton su último reto: que Sujit empezara a pronunciar algunas palabras por lo menos. Para ello lo llevó a Australia donde fue visitado por
fonoaudiólogos, patólogos, neurólogos etc. El chico sufre también
de ataques epilépticos.
Fue la epilepsia lo que hizo que la familia abandonara al niño a su suerte, ya que según las creencias de
aquellas islas se piensa que es el espíritu del mal, el demonio, la
causa de los males de la familia. Su primo Bob Kumar decía que Sujit no
entendía nada, no era capaz de hablar y por eso lo abandonaron en el gallinero.
Por si faltaba algo a la historia tuvo otro momento de suspense cuando el
chico estaba ya viviendo con ella y las autoridades locales se
presentaron en su casa y se lo llevaron.
Clayton recurrió angustiada a la justicia. Llegó el momento del veredicto
del tribunal y allí mismo tuvo lugar un instante de sorpresa y emoción.
Cuando el juez estaba para anunciar sentencia negativa, Sujit se levantó y se
acurrucó en los brazos de su benefactora. Sorprendido, el juez no lo
dudó, cambió de opinión y decretó que Sujit podía seguir viviendo con la nueva madre adoptiva.
Hoy, Sujit aún no habla, pero ya consigue hacerse entender a través de gestos. Cuando quiere agua, por ejemplo, señala un vaso. De vez en cuando aún picotea, cacarea y coge la comida al estilo de las gallinas. Pero ya no es un infeliz como antes.

Y la empresaria, gracias a aquella locura de los que abandonaron a un niño
en manos de unas gallinas, en el paraiso de las Fiji, ha reencontrado su camino de transformación
humana y espiritual.
No le bastó Sujit a Clayton. Ahora es madre de decenas de niños abandonados en las calles del pariaso de Fiji.
¡El mundo es grande!
Grande y cruel, pero también, a veces, maravilloso.
Y lleno siempre de sorpresas e historias sórdidas y de recuperación como la de Sujit y Elizabet que no me he resistído a contársela en este blog.
Elizabeth Clayton