
Dentro de poco más de un mes, el papa Francisco llegará a Brasil. Será su primer
viaje internacional. Todo está ya preparado para recibirle con la máxima seguridad.
El primer papa de las Américas empieza sus
aventuras por el mundo en el continente desde el que llegó a Roma.
Aún no ha puesto pie aquí y ya existe curiosidad y temor por lo que el
papa Francisco podrá decir a los políticos no sólo de Brasil sino de
toda América Latina.
Llega después de polémicas elecciones en Venezuela y Paraguay. En Brasil
habrá presidenciales el año próximo y Argentina, la patria de
Bergoglio, donde habrá elecciones en 2015, también está en ebullición.
De lo que ocurre en Paraguay puede informarle el valiente colega suyo jesuita sevillano, padre Francisco de Paula Oliva que sufrió en su carne, en Paraguay, la dureza de la dictadura, y que a sus 86 años sigue en la brecha luchando contra la injusticia social y los atropellos de los políticos sin excrúpulos, como ha contado ne este diario mi compañero, Paco Peregil.
En el libro de conversaciones entre el entonces cardenal arzobispo de
Buenos Aires, Bergoglio y el rabino Skorka, Entre el Cielo y la tierra, los dos
ironizan sobre los políticos que critican el que la Iglesia no se meta en la
política, pero, durante las elecciones, “vienen a pedirnos su
bendición”.
Acabadas aquí prácticamente las dictaduras militares que un día asolaban
a este continente, ahora, ya en tiempos de democracias, late aún en
algunos países el peligro del populismo, que según los analistas
políticos deberán un día desaparecer para que se reafirme en todo el
continente una democracia sólida y madura.
Deberán acabar los padres y madres de la Patria, los caudillos y
salvadores, para dar paso a los políticos que ya no necesiten hacer de
la defensa de los pobres su trampolín del poder y gestionen democracias
modernas al servicio de toda la comunidad.

En este contexto es normal que el primer papa latinoamericano sea
esperado con una cierta curiosidad en Brasil, desde donde hablará también a los
políticos de todo el continente.
Hay quién tiene la esperanza de que Francisco, que ha puesto su
pontificado a la defensa de los más pobres, pueda apoyar a los políticos
de los regímenes populistas, bajo la excusa de que se interesan
sobretodo por los más abandonados, aquellos a los que los regímenes
conservadores de antaño dejaban relegados a su miseria.
En Argentina ya hemos visto carteles saludando a Francisco como “el papa peronista”. ?Dirán, cuando vaya a Venezuela que es también chavista? ?Será dilmista o lulista en Brasil?
Otros, al revés, después de las experiencias no siempre positivas de las
relaciones de Bergoglio en Argentina con sus políticos, piensan que
difícilmente se dejará condicionar y que sabrá distinguir donde existe
verdadera preocupación por la justicia social y donde se usa a los
pobres como moneda de cambio electoral.
Quién desee entender lo que el papa Francisco piensa de la política y de
los políticos deberá leer el capítulo titulado Política y poder del libro antes citado.
Francisco no es el papa que pida desinteresarse de la política. Al
revés, en sus conversaciones con el rabino, queda clara su idea de que
el hombre es esencialmente político. “Todos somos animales políticos”,
dice, aunque añade, que hay que serlo en el “sentido mayúsculo de la
política” y no en la politiquería.

Según Francisco “todos estamos llamados a una acción política de la construcción de nuestro pueblo”.
¿Y la Iglesia? Según el papa, debe también ella estar presente en la
política, aunque evitando el “clericalismo”, que consiste según él, en
querer imponerse, lo que supone una “postura viciada de
la religión”.
Para él la Iglesia debe interesarse sobretodo de la “política de los valores” que
debe proclamar sin miedo, y no de la “política partidista”.
Defiende una “sana autonomía” entre la política y la Iglesia, que sería
una “sana laicidad donde se respetan las distintas competencias”.
Bergoglio defiende que la política es la “forma más elevada de la caridad social”.
Es posible que el papa en Brasil reconozca los esfuerzos que se han
hecho estos años aquí y en muchos otros países del continente, para
sacar a millones de ciudadanos de la miseria así como la voluntad de muchos
políticos en invertir en programas sociales a favor de los más
desheredados.
Es posible y justo que reconozca los avances en el crecimiento económico y en la
consolidación de la democracia dejando atrás los viejos fantasmas
autoritarios. Y hoy Brasil es una de las grandes democracias del mundo.
Al mismo tiempo como animal político, Francisco, como latinoamericano, conoce también muy bien
lo que aún le falta a estos países para poder llamarse desarrollados
económicamente y no dejará de hablar de aquellas “Venas abiertas”, de
Eduardo Galiano, que siguen aún sangrando en muchos aspectos. Como, por ejemplo, la aún escandalosa distancia entre pobres y ricos, o la violencia que
sigue golpeando a la región y a los más pobres. Y la aún precaria educación pública.

Aquí en Brasil los que mueren de "bala perdida" difícilmente son los ricos. Son los pobres sin coche blindado, que atraviesan las calles a pie en busca de un autobús. Una política educacional que sigue
discriminando a los más pobres que se forman en las escuelas públicas,
las últimas en los rankings mundiales.
Sin olvidarse de la impunidad de los políticos y poderosos ante la
justicia, donde acaban condenados siempre los más pobres que acaban
hacinando las cárceles, convertidas muchas veces en escuelas de crimen y
violencia. O de las heridas infligidas a la libertad de expresión y de los muchos periodistas asesinados por no querer arrodillarse ante el poder.
Francisco, como latinoamericano, conoce muy bien cómo esos pobres que él
privilegia en la Iglesia, se convierten muchas veces, en manos de los
políticos, en un comodín para perpetuar su poder, mientras no consiguen,
por ejemplo, tasar las grandes fortunas, ni hacer que los ricos paguen
más impuestos que los pobres.
Sabe muy bien el papa que habla de política con mayúscula, como en este
continente, la política es el sueño de muchos que desean enriquecerse
rápidamente. Una política con minúscula. Siempre, en nombre de los desheredados.
En política, criticaba el papa antes de ser Francisco, “acaba teniendo
más importancia la imagen que lo que se propone”, es decir, las promesas
más que las realizaciones. Y añade : “En política hemos endiosado las estadísticas y el marketing”.
¿Repetirá estas cosas, ya como papa, aquí en Brasil y después en el resto de América Latina?
Esa es la esperanza de unos y el miedo de otros.
