
Esa pata (¿mano?) sobre el ataúd de su amo, Jason Ellis, muerto en un tiroteo, y esa cara de tristeza no fingida del pastor alemán llamado Figo, han dado la vuelta al mundo en las redes sociales como un mensaje denso de sentimientos “humanos”.
Vean aquí la noticia publicada en el Kentucky.com
El amigo fiel del hombre trabajaba con el policía asesinado por los traficantes de droga a los 30 años. Eran inseparables. El policía dejó solos a su esposa y a dos hijos pequeños.
El cuerpo de policía ha liberado al perro de su duro trabajo y lo ha regalado a los hijos del fallecido.
Dicen que a pesar del cariño que está recibiendo en aquella casa y por aquellos niños, el pastor alemán sigue triste buscando a su amo por todos los rincones.
A veces, en los funerales humanos, no todas las lágrimas vertidas son sinceras ni todas las caras tristes lo son por dentro. La capacidad de fingimiento del Homo sapiens es infinita.
La del perro, no. Aquella pata suya sobre el ataúd y aquella su tristeza son sinceras. Y es eso también lo que emociona de la foto.
Vivimos en un mundo en el que la muerte se ha banalizado, incluso la violenta. La vemos rodando por las pantallas y periódicos cada día, con docenas de ataúdes, con miles de cadáveres, a veces descuartizados por el terrorismo o la violencia de las guerras.
Difícil ya emocionarse.
Convivimos con la violencia como con el aire que respiramos.
Difícil conmovernos.
¿Por qué entonces está tocando tanto esa foto del perro visiblemente triste ante su amo muerto?
Quizás por eso, porque notamos en lo profundo de nuestra conciencia que su postura es sincera, que sufre de verdad ante aquella muerte. Nos recrimina nuestras hipocresías. Nos recuerda todas nuetros fingimientos e insinceridades.
Aquella pata o mano sobre aquel ataúd es un aldabonazo dentro de nosotros. Nos invita a la sinceridad de sentimientos; a no fingir ante ellos.
Y a respetar la muerte, el misterio aún sin descifrar de nuestra existencia.
Sólo así, respetando a la muerte, seremos capaces de disfrutar de ese otro enigma, esta vez gozoso, como lo es el de la vida.