Sobre el autor

Luis Barbero

(Madrid, 1970) es licenciado en Ciencias Políticas y periodista. Desde 1995 trabaja en la delegación de EL PAÍS en Andalucía. Desde 2008 es el delegado en esta comunidad

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Una mirada de lo que ocurre en España (y si se tercia un poco más allá) alejada de Madrid, epicentro de casi todo, pero no de todo. Punto de partida: el sur.

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Una derrota que es victoria

Por: Luis Barbero | 26 mar 2012

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En su cuarta oportunidad, Javier Arenas ha logrado vencer en las elecciones andaluzas, las primeras en las que el PP se impone en la comunidad. Una victoria que es derrota porque necesitaba la mayoría absoluta para garantizarse la Presidencia de la Junta. El resultado electoral abre la puerta a un gobierno de coalición entre el PSOE e IU, una posibilidad que ya existió hace 18 años, pero que no prosperó y dio lugar a la llamada legislatura de la pinza (1994-1996).

En esta ocasión, las dos formaciones de izquierdas no parecen dispuestas a dejar pasar la oportunidad y es difícil creer que en Andalucía ocurra un desenlace como el de Extremadura, donde el PP gobierna con la anuencia de la federación de izquierdas. El más que hipotético Gobierno de PSOE e IU ni siquiera depende del líder jornalero Juan Manuel Sánchez Gordillo, cuya aversión a los socialistas es legendaria.

El PSOE, achacoso tras 30 años de gobierno, asediado política y judicialmente por el escándalo de los ERE fraudulentos, aturdido por una tasa de paro del 31% en Andalucía, fracturado por una crisis interna que ha dejado heridas que aún permanecen abiertas, ha logrado aguantar el empuje del PP y frenar la mayoría absoluta de Arenas que casi todas las encuestas daban por cantada. Ninguna predijo, ni por aproximación, el final que revelaron las urnas.

Los resultados ponen de manifiesto que la decisión de Griñán de separar las elecciones autonómicas de las generales del 20 de noviembre, medida cuestionada por la dirección federal del PSOE, fue acertada. Los socialistas no salían a ganar estas elecciones (tras las derrotas en las municipales y generales del año pasado), sino que salían a que el PP no obtuviera mayoría absoluta. Y lo han logrado. La ligera derrota del PSOE (un punto) es una victoria para Griñán, que sale fortalecido interna y externamente ya que conserva para el PSOE la principal cuota de poder territorial que tiene y lo normal es que se esfumen los conatos de rebelión que ya se estaban organizando en caso de que hubiera llegado la debacle, es decir, la pérdida del Gobierno andaluz. 

En el electorado andaluz parece haber pesado más el discurso del PSOE contra la oleada conservadora, la reforma laboral y los recortes de derechos (los pasados y los venideros) del Gobierno de Rajoy que el mensaje de paro, despilfarro y corrupción del PP

Ganador también del 25-M es Diego Valderas, que será la llave del Gobierno y podrá condicionar políticas con sus 12 diputados. En un mapa azul, la izquierda experimentará en la comunidad más poblada de España y tendrá que demostrar que hay alternativas a los mensajes unidireccionales de recortes para afrontar la crisis económica. 

Las urnas dejan en un lugar más que delicado a Arenas, probablemente el dirigente del PP que más influye en Rajoy. Se ha quitado parcialmente el estigma de eterno perdedor en Andalucía, sí, pero su fracaso es evidente porque no gobernará. Arenas, que ha repetido en multitud de ocasiones que su etapa en la política nacional está enterrada, tendrá que decidir si opta por quinta vez a la Presidencia de la Junta en 2016 o bien da paso a un nuevo liderazgo.

El 25-M terminó con una gran sorpresa y las dudas internas, de pronto, han saltado de acera.

La antorcha del 28-F ante el 25-M

Por: Luis Barbero | 15 mar 2012

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El creciente discurso contra las autonomías que está calando en una parte de la sociedad está teniendo un efecto llamativo en la campaña de las elecciones andaluzas. Los partidos de izquierda (PSOE e IU) y los sindicatos Comisiones Obreras y UGT han retomado con fuerza la antorcha del 28-F, que evoca las movilizaciones que en 1980 abrieron el camino para que Andalucía se sumase a las comunidades históricas contempladas en el artículo 151 de la Constitución.

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ERE o recortes. No hay más

Por: Luis Barbero | 09 mar 2012

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A medida que la campaña se ha ido aproximando, la distancia entre PP y PSOE que han reflejado las encuestas de los dos últimos años se ha recortado. Lejos están ya los sondeos que daban a Javier Arenas hasta 14 puntos de ventaja sobre José Antonio Griñán, quien jugó la carta de separar los comicios autonómicos de los generales del 20 de noviembre con la esperanza de que las previsibles medidas duras del Gobierno de Mariano Rajoy (con la reforma laboral y los recortes a la cabeza) le dieran un respiro. La encuesta del CIS apunta una victoria sin discusión de Javier Arenas, pero también revela que los socialistas todavía tienen algo de aliento y margen para seguir gobernando una comunidad que dirigen desde hace 30 años. Con un pacto con IU, sí, pero con opciones de gobierno, un escenario que se daba por algo casi imposible no hace mucho.

El hartazgo ciudadano tras tres décadas de gobierno, la increíble tasa de paro del 31%, el repulsivo caso de los ERE y la división interna (tras el congreso federal de febrero, el PSOE andaluz quedó abierto en canal) formaron un cóctel que extendió el pesimismo entre sus cuadros dirigentes.
Todavía está por ver si la estrategia de Griñán de separar las elecciones andaluzas de las generales consigue el resultado perseguido, pero lo seguro es que los datos conocidos ayer insuflan ánimos al PSOE (que si pierde Andalucía vería cómo su poder institucional se reduce casi a la nada) y trasladan ciertas dudas al PP, que se está volcando en un territorio históricamente hostil que en caso de conquistarlo le permitiría acumular una supremacía política sin precedentes.

Arenas sabe que el umbral de su éxito o su fracaso pasa por la mayoría absoluta (salvo que UPyD consiga un escaño), de ahí que lleve semanas frenando la euforia que se ha extendido en una parte de su entorno. No olvida el episodio de 1996, cuando también partía como favorito y se dio de bruces con la realidad de las urnas.

A falta de grandes propuestas electorales, hasta el 25 de marzo hay dos claves que inclinarán la balanza: las bazas que guarde el PP sobre el caso de corrupción de los ERE y la capacidad que tenga el PSOE de movilizar a su antiguo electorado con los recortes que impone Rajoy. No hay más (al menos hoy).

El cara a cara Griñán-Arenas

Por: Luis Barbero | 04 mar 2012

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A punto de empezar la campaña electoral andaluza, todavía no se sabe si habrá un debate televisado entre los dos principales aspirantes, José Antonio Griñán y Javier Arenas. Los recelos del PP a que el debate se celebre en Canal Sur o su objeción a asumir parte del coste de la exclusión de Izquierda Unida parecen más excusas que argumentos sólidos para lo que tendría que ser uno de los momentos cruciales que quedan hasta llegar al 25 de marzo.

Debería formar parte ya de nuestra cultura democrática la obligatoriedad de celebrar estos cara a cara, que pese a sus formatos demasiado encorsetados (por la tasación tan estricta de los tiempos y de los temas que se abordan) siempre resultan esclarecedores para los ciudadanos.

Acostumbrados a intercambiarse mensajes gruesos a través de los medios de comunicación, estos debates obligan a los candidatos a razonar, a intercambiar argumentos y datos, no solo eslóganes preparados con anterioridad con la intención de buscar un titular.

Lo lógico es que el debate entre Griñán y Arenas tenga lugar en la televisión pública andaluza, pero si este es el obstáculo, búsquese una alternativa. Si el problema es la exclusión de Izquierda Unida, celébrese un segundo debate con los tres aspirantes. Pero lo imprescindible es que los electores puedan sacar conclusiones de la confrontación dialéctica entre los dos candidatos que realmente tienen opciones de gobernar la comunidad tras el 25-M.

Puede que para los grandes partidos sea un engorro la preparación de un debate en televisión en plena campaña electoral, que exista el temor a cometer un error mayúsculo que incline la balanza, pero lo indudable es que los ciudadanos salen ganando con su celebración. Y eso es lo importante.

El País

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