En su cuarta oportunidad, Javier Arenas ha logrado vencer en las elecciones andaluzas, las primeras en las que el PP se impone en la comunidad. Una victoria que es derrota porque necesitaba la mayoría absoluta para garantizarse la Presidencia de la Junta. El resultado electoral abre la puerta a un gobierno de coalición entre el PSOE e IU, una posibilidad que ya existió hace 18 años, pero que no prosperó y dio lugar a la llamada legislatura de la pinza (1994-1996).
En esta ocasión, las dos formaciones de izquierdas no parecen dispuestas a dejar pasar la oportunidad y es difícil creer que en Andalucía ocurra un desenlace como el de Extremadura, donde el PP gobierna con la anuencia de la federación de izquierdas. El más que hipotético Gobierno de PSOE e IU ni siquiera depende del líder jornalero Juan Manuel Sánchez Gordillo, cuya aversión a los socialistas es legendaria.
El PSOE, achacoso tras 30 años de gobierno, asediado política y judicialmente por el escándalo de los ERE fraudulentos, aturdido por una tasa de paro del 31% en Andalucía, fracturado por una crisis interna que ha dejado heridas que aún permanecen abiertas, ha logrado aguantar el empuje del PP y frenar la mayoría absoluta de Arenas que casi todas las encuestas daban por cantada. Ninguna predijo, ni por aproximación, el final que revelaron las urnas.
Los resultados ponen de manifiesto que la decisión de Griñán de separar las elecciones autonómicas de las generales del 20 de noviembre, medida cuestionada por la dirección federal del PSOE, fue acertada. Los socialistas no salían a ganar estas elecciones (tras las derrotas en las municipales y generales del año pasado), sino que salían a que el PP no obtuviera mayoría absoluta. Y lo han logrado. La ligera derrota del PSOE (un punto) es una victoria para Griñán, que sale fortalecido interna y externamente ya que conserva para el PSOE la principal cuota de poder territorial que tiene y lo normal es que se esfumen los conatos de rebelión que ya se estaban organizando en caso de que hubiera llegado la debacle, es decir, la pérdida del Gobierno andaluz.
En el electorado andaluz parece haber pesado más el discurso del PSOE contra la oleada conservadora, la reforma laboral y los recortes de derechos (los pasados y los venideros) del Gobierno de Rajoy que el mensaje de paro, despilfarro y corrupción del PP.
Ganador también del 25-M es Diego Valderas, que será la llave del Gobierno y podrá condicionar políticas con sus 12 diputados. En un mapa azul, la izquierda experimentará en la comunidad más poblada de España y tendrá que demostrar que hay alternativas a los mensajes unidireccionales de recortes para afrontar la crisis económica.
Las urnas dejan en un lugar más que delicado a Arenas, probablemente el dirigente del PP que más influye en Rajoy. Se ha quitado parcialmente el estigma de eterno perdedor en Andalucía, sí, pero su fracaso es evidente porque no gobernará. Arenas, que ha repetido en multitud de ocasiones que su etapa en la política nacional está enterrada, tendrá que decidir si opta por quinta vez a la Presidencia de la Junta en 2016 o bien da paso a un nuevo liderazgo.
El 25-M terminó con una gran sorpresa y las dudas internas, de pronto, han saltado de acera.