Al presidente del Tribunal Supremo y del Consejo del Poder Judicial, Carlos Dívar, sus colegas le ven "muy solo y noqueado". Salvo el grupo de vocales que lidera Margarita Robles, que maquina sin tregua para forzar su dimisión, la gran mayoría de consejeros, progresistas y conservadores, tratan de sosternerle, pero no porque crean a pie juntillas en él, sino porque piensan que con España al borde del colapso económico, su caída ahora perjudicaría todavía más la maltrecha imagen exterior del país. Casi nadie descarta que la presión pueda guiarle en algún momento a arrojar la toalla y dejar el cargo, la cúspide de la judicatura española. De momento, sigue atrincherado.
Sus 20 viajes de dilatadísimos fines de semana a un hotel de lujo de Puerto Banús (Málaga), parcialmente cargados a las arcas del Consejo sin que se tenga constancia de si fueron oficiales, ha desatado una convulsión en el órgano de gobierno de los 4.500 jueces españoles. La tensión es máxima y el vaticinio se ha consumado. Tras haber decretado la fiscalía la ausencia de delito en la conducta de Dívar, un abogado le ha denunciado ante la Sala Penal de su propio Tribunal, el Supremo. Por estafa y malversación de caudales públicos. A él y al vocal conservador Miguel Collado, que está que trina porque también hayan metido sus viajes en el mismo saco turbio de Dívar. En este caso, el Supremo ha tardado solo unas horas en archivar esta denuncia. Un alivio frente a tanta mala noticia que le permitirá reflexionar sin la tenaza de una causa judicial merodeándole.
¿Resistirá la presión? El juez y ferviente religioso que propuso María Teresa Fernández de la Vega a Zapatero y que Rajoy recibió con júbilo para ser aupado al primer sillón del tercer poder del Estado, no deja de preguntarse por qué el vocal José Manuel Gómez Benítez (exabogado de Garzón, catedrático de Derecho Penal y negociador en nombre del Gobierno de Zapatero con ETA) se fijó en él. Y por qué durante los últimos meses, en silencio, sin excesivo ruido, Benítez reclamaba oficialmente y examinaba las facturas de sus viajes abonadas por el Consejo. Pero lo que nunca imaginó Dívar, ni él ni la gran mayoría de los consejeros, es que Gómez Benitez llegaría incluso a denunciarle.
Supiera e inspirara, o no, el férreo grupo de Robles (Félix Azón, Inmaculada Montalbán y Carles Cruz) lo que ideaba Gómez Benítez, evidenciar públicamente el escádalo de los viajes de Dívar a Marbella, lo cierto es que estos son los únicos que le defienden. Coinciden con él en pedir la dimisión del presidente del Supremo. “A Benítez lo están usando como lanzadera contra Dívar. Y, la verdad, a nosotros, el presidente, que sigue sin dar explicaciones de sus viajes, nos está poniendo muy difícil su defensa. Aún así, con la prima de riesgo superando los 530 puntos básicos, y por responsabilidad, entendemos que no es el momento de dejar caer al representante del tercer pilar del Estado, aunque se le sujete con la nariz tapada”, coinciden en señalar diferentes fuentes del Consejo.
Hay dos bloques en el Consejo, rematadamente dividido, una guerra abierta, y suspicacias latentes. Tras el caso Dívar la división ideológica ya no les diferencia. Muchos vocales del ala conservadora piensan que detrás de las peticiones de dimisión de Dívar por parte del grupo de Robles, irrumpe el deseo de colocar al presidente de la Sala Civil Antonio Xiol como sustituto de Dívar en la presidencia del Supremo. Pero algunos interpretan que la caída de Dívar sería un nuevo triunfo particular de Robles, quien en los últimos años ha logrado colocar como altos cargos de la judicatura a muchos amigos suyos merced a indisciplinados pactos con el sector de vocales de la derecha. “Un pasteleo de libro”, señalan aun disgustadas fuentes del sector progresista que han visto como Robles y el vocal conservador Manuel Almenar conseguían reunir los tres quintos necesarios de votos para elegir altos cargos. “Cuando regrese a la Sala Tercera del Supremo, Margarita se reencontará con jueces que le deben muy especialmente a ella estar allí”, señalan. Por eso, evitar el reforzamiento de los leales a Robles al socaire de esta crisis es la punta de lanza que aglutina a buena parte de los vocales que amarran ahora a Dívar del abismo. Pero el sustituto legal de Dívar, Antonio Xiol, acaricia más una plaza en el Tribunal Constitucional.
El Pleno del Poder Judicial que se celebrará mañana, jueves, puede ser una reedición del anterior, el del pasado día 24, que tanto desencantó a los partidarios, con matices, de Dívar, que aun así tendrá otra oportunidad de explicar sus viajes, como también le reclama el PSOE. El pleno del día 24 fue para eso, dar explicaciones, y el de mañana casi también. Muchos vocales confían en que no vuelva a esgrimir la norma que le exime de detallar sus desplazamientos y explicar la causa, si oficial o no, de las facturas. El de mañana es un pleno en el que se debatirán cuatro escritos con el denominador común de Dívar y sus estancias en un lujoso hotel de Puerto Banús. Unos le piden que los explique y/o dimite. Otros, los proDívar, que se defienda si puede ante la opinión pública; y algunos que el pleno dé luz verde ya al cambio normativo que obligaría a todos a justificar y detallar gastos. Pero todos apuestan porque no se alcanzará ningún acuerdo. Las antiguas mayorías, incluso las forzadas de 3/5 de votos, la llave de los altos cargos electos, están despedazadas.
Y es que desde que Benítez denunció a Dívar, reina la conmoción en el Poder Judicial. El órgano de gobierno de los jueces lleva semanas tratando sin apenas éxito de gobernarse a sí mismo. Los jueces españoles pueden irse ahora tranquilos de vacaciones a Marbella. Quienes les controlan están descontrolados. Porque de lo que menos se habla ahora en la sede del Poder Judicial es del servicio que se presta en los juzgados a los ciudadanos. Los 20 viajes de fines de semana caribeños de Dívar a las cálidas costas de Puerto Banús mantienen eclipsados otros asuntos. El ¡¡sálvese quien pueda!! se rumía en el ambiente.
El Poder Judicial español (el que sanciona a los jueces malos y premia a los buenos y a las amistades de los consejeros con altas magistraturas) lo componen 20 vocales, más el presidente Dívar (un coronel elevado a general jefe sin pasar por el generalato). En su mayoría provienen de la judicatura o de la carrera fiscal. Casi todos acabaron ahí porque gustaban al PP o al PSOE, que nunca olvidan favores. Fueron elegidos hace cuatro años por ambos partidos bajo el estricto método del “estos son los míos y yo no me meto con los tuyos”. Nueve eligió el PP e igual número el PSOE, que dejaron a CiU y PNV colocar a un vocal cada grupo. Una vez elegidos, se reunieron y eligieron (por indicación de Zapatero y Rajoy) a Dívar. Todos tienen rango de secretario de Estado pero cobran más que sus homónimos. Un dineral (6.500 euros netos al mes; Dívar, en concreto, algo más de 130.000 euros brutos al año); tienen coche oficial y hasta escoltas (Dívar, siete). Y si viajan en avión, Iberia les pasa por la sala de autoridades y les recoge en coche a pie de la aeronave. Van a gastos pagados y, salvo que mañana cambien la norma, si es que se ponen de acuerdo, no tienen obligación de contar ni a dónde se desplazan ni a quién invitan.