Cada vez está más claro. Gran parte de la crisis actual es por la incompetencia de los dirigentes políticos, en Europa y en EE UU. No solo no las ven venir, encima cuando tienen el problema delante no son capaces de hacerle frente con eficacia. Ben Bernanke acaba de pasar por el Capitolio. Los congresistas preguntaron al presidente de la Reserva Federal por los tipos, por el déficit y algo de pasada sobre los bancos españoles. Pero nada de nada sobre la mayor sequía que vive el campo desde 1959, que está dejando las tierras del Medio Oeste como piedras y que tiene disparado el precio del cereal. Y eso es señal de que van a subir pronto el precio de la hamburguesa.
La memoria en Washington suele ser muy corta. Hace solo cuatro años que se vivió una espiral que desató una oleada de protestas por todo el mundo, en lo que la historia dirá si ese fue el germen del movimiento que sacudió a los países de Oriente Medio. Entonces, el precio del maíz estaba a 4,60 dólares. El mercado acaba de dar un vuelco en pocos días. Hasta el punto de que el pasado viernes, los futuros del maíz para las entregas en septiembre marcaron un récord de 8,24 dólares. Lo mismo pasa con la soja. Y el trigo se paga otra vez como cuando las primeras revueltas en los países asiáticos y africanos más castigados por el alza de precios en los cereales.
La pasada primavera, en el parqué de futuros de Chicago se hablaba de condiciones ideales para la plantación y el crecimiento de las cosechas en EE UU. Hasta que llegó el calor al centro del país en junio e interrumpió el ciclo en un momento crucial, cuando comienza la polinización. La Nacional Oceanic and Atmospheric Association (NOAA) colocó el mes pasado el cuarto en el ránking y julio arrancó sofocante. Y con el calor, empezaron a replantearse todos los cálculos que manejaban los operadores y llevó al Departamento de Agricultura a movilizar ayudas de emergencia para los productores afectados por la sequía, en un intento por calmar los ánimos y los precios.
De poco sirvió. El precio del maíz se encareció ya un 50% en un mes. Es cierto que esta vez la sequía parece estar confinada a EE UU. Pero también es cierto que EE UU es el mayor productor de maíz y de soja del mundo, y el mayor exportador de cereal. Las últimas tormentas podrían aliviar algo la situación. Pero se da por hecho que las reservas de grano caerán este año. Y cuando un país productor sufre, los otros aprovechan la situación para encarecer la materia prima. Así que el terreno está abonado para que el precio de las materias primas siga a niveles muy altos y se traslade al consumidor de forma directa o indirecta. Por cierto, la gasolina vuelve a estar al alza.

Cierto, lo políticos no pueden hacer mucho frente a Madre Naturaleza. Pero podrían al menos haberse interesado. La sequía afecta al 78% del área cultivada de maíz y el 77% de las plantaciones de soja está amenazada. Y todo esto pasa en un momento crucial para la Fed, y podría trastocar sus planes para inyectar nuevos estímulos monetarios a la economía. Si se observa lo que hizo el banco central de EE UU, reactivó la máquina de hacer dinero no tanto por el paro sino por el riesgo de deflación. Con la espiral del cereal se produce el efecto inverso y si la inflación se dispara, Bernanke tendrá menos margen de maniobra -y menos argumentos- para consolidar el consenso y actuar.
Un dato que puede servir para anticipar movimientos futuros de la Fed. Por cada incremento del 50% en el precio del maíz, la inflación en los alimentos sube un punto porcentual. En el caso de la carne, el pollo y el cerdo, es de hasta el 10%. El alcance real del problema -y la amenaza para el bolsillo del consumidor- se conocerá cuando toque hacer la recolecta y se vea cuál es el estado real de las reservas de grano. Por lo que el efecto real en la inflación se vería a final de este año, cuando toque comprar el pavo para el día de Acción de Gracias. Algunos de los estados afectados son clave para el resultado de las próximas presidenciales. Quizás eso anime antes el debate.