El huracán Isaac, ese que iba a llevarse por delante la Convención Republicana con su efecto destructor, quedó en una gran tormenta. Y con las lluvias, se aguaron los titulares que durante el mes de julio y agosto dominaron en los medios por la sequía. Pero las precipitaciones supieron a muy poco. Hasta el punto de que el problema no solo persiste, si no que además se agrava y crece la frustración de los agricultores en el Medio Oeste. Los últimos datos confirman que la sequía afecta ya a más del 65% del territorio estadounidense, según Drought Monitor. Y la situación es excepcional, la categoría más graves, en más del 6% de un país que es tan grande como un continente.
Los estados más afectados son los de Nebraska, Colorado y Kansas, este último uno de los principales productores de cereal, con el 88% de sus tierras sufriendo una sequía extrema. En Oklahoma la situación es incluso peor, con el 95% del territorio cubierto en los mapas por una mancha roja oscura. Texas tampoco se escapa. Problema que tiene un claro efecto económico, y no solo en forma de alza del precio de los alimentos. El indicador de crecimiento del segundo trimestre fue revisado a la baja del 1,7% al 1,3%. La sequía sustrajo dos décimas porcentuales al PIB por la reducción de inventarios, y eso que la falta de agua no era entonces tan severa. En el tercero el golpe será peor.
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