Lo que se anticipaba como una histórica victoria para el sindicato del automóvil en Estados Unidos, resultó ser al final un retundo fracaso. Los empleados de Volkswagen en la planta de Chattanooga (Tennessee) rechazaron -por 712 a 626 votos- estar representados por la United Auto Workers (UAW). Es la única que opera el grupo alemán en EE UU. La votación era clave, porque si prosperaba conseguía dos cosas: que los asalariados de una empresa extranjera estuvieran cubiertos por el paraguas de la organización de trabajadores y que el movimiento sindical pusiera una pica importante en un Estado del sur, donde la sindicalización de una empresa privada no es obligatoria y donde otros fabricantes están estableciendo su producción para atender la creciente demanda en la región.
La UAW echó enseguida la culpa a "fuerzas externas" para justificar la derrota. Se refería en concreto a la acción de algunos políticos, como la firme oposición expresada por el senador republicano y antiguo alcalde de Chattanooga, Robert Corker, que veía en el voto una amenaza para el futuro económico de la región. De la treintena de plantas que operan los fabricantes extranjeros en EE UU, dos terceras partes están establecidos en Estados libres de sindicatos como Tennessee. Además, todo esto sucede mientras General Motors, Ford Motor y Chrysler miran con sus inversiones hacia países como México para potenciar su producción. El complejo de Volkswagen abrió hace tres años. Sus empleados cobran de media 19 dólares la hora, frente a los 28 dólares de los asalariados al norte en Detroit (Michigan).
Corker fue uno de los que en el pasado señaló a la UAW como el origen de los problemas que llevó a GM y Chrysler a ser rescatada en 2009, tras suspender pagos. Ahora los dos fabricantes son rentables, después de que el sindicato tuviera que aceptar recortes de salarios y renunciar a beneficios sociales. La UAW ya estaba tocada por la crisis. El voto en la planta de Volkswagen era vital para poder freno a la pérdida de miembros que está sufriendo. Lo más llamativo, además, es que la dirección del grupo alemán no pareció en ningún momento oponerse públicamente a la opción de que sus empleados abrazaran el sindicato. Más bien todo lo contrario. Aún así, la organización fracasó en el intento. Lo que está por ver también es la repercusión que puede tener en otros sector. Boeing también quiere mover la producción al sur.