Harley-Davidson se reinventa

Es de esas noticias que esperas llegará algún día, aunque pensando más en generaciones futuras. Pero está aquí. Harley-Davidson, el fabricante de motos por excelencia, ya tiene su primera máquina a dos ruedas propulsada por baterías. Se trata de momento de un proyecto, bautizado como LiveWire. Sí, el particular sonido que las distingue desaparece, porque en este ingenio no hay tubo de escape ni cilindros. Es completamente eléctrica y con esta maravilla da un salto de gigante en sus 111 años de historia. Ahora la moto está de gira por 30 concesionarios, incluido alguno en Europa el año próximo. El miércoles llega a Nueva York para presentarse por primera vez en público.

 

La compañía es muy cuidadosa a la hora de revelar cualquier detalle técnico de la LiveWire. En el vídeo que acaba de colgar con la presentación de la gira se puede adivinar el nuevo sonido de la primera Harley-Davidson eléctrica; como el de un caza aterrizando en un portaaviones. La única pista que da es su aceleración, de 0 a 60 millas en menos de cuatro segundos. La motocicleta no está a la venta. La intención en este momento es dejarla probar a sus ncondicionales, para entender si colma sus expectativas y poder avanzar en base a su experiencia. "América supo siempre reinventarse. Y como América, nosotros lo hicimos varias veces", asegura Matt Levatich, presidente de la compañía.

El tour transcurrirá por la legendaria Route 66. Pocos productos identifican tanto a una persona que una Harley-Davidson. Las motocicletas de la marca son sinónimo de tradición y libertad en la carretera. Los ingenieros que trabajaron el a LiveWire aseguran que respeta esa esencia, mezclada con el avance tecnológico. No solo cambia el sonido inconfundible, que trata de diferenciarse del motor tradicional de combustión y otros modelos eléctricos en el mercado. También es visceral como se siente y se presenta rodando en el asfalto. "Es más como la primera guitarra eléctrica, no como un coche eléctrico", señala Mark-Hans Richer, responsable de la imagen de marca de la compañía. 

 

Starbucks paga la matrícula

Cuando el sueño americano se convierte en pesadilla para los jóvenes con menos recursos, una maniobra que puede ser vista como de limpieza de imagen se convierte en toda una esperanza. Es lo que acaba de hacer Howard Shultz, el fundador y consejero delegado de Starbucks. Hace unos años creó un fondo financiado con las propinas de los clientes que compran sus cafés azucarados para ayudar a los parados. Su última iniciativa es ofrecer a sus empleados cubrir por completo el coste de la matrícula para participar durante dos años en los cursos online de la Universidad de Arizona. Un 70% de los jóvenes con delantal verde que sirven trás del mostrador no tienen un título superior. "Es invertir en nuestra gente", asegura consciente de que alguno abandonará la compañía.

    En realidad lo que busca Starbucks es formar a sus empleados y conseguir que los más brillantes se queden en la compañía. Una inversión en capital humano que le costará unos 30.000 dólares por cada uno de los 135.000 empleados elegibles para el programa. La nueva acción de Shultz tiene lugar mientras se debate intensamente en EE UU sobre la necesidad de elevar el salario mínimo de los empleados a nivel federal para combatir la pobreza. El sector servicios es precisamente donde se paga peor por la hora trabajada. A la vez, cada vez más voces urgen que se eleve la inversión en educación. Por no hablar de que uno de los mayores retos al que se enfrentan los jóvenes es que llegan al mercado laboral con unas deudas colosales, que les hacen imposible cumplir su sueño.

Más allá de si es una campaña comercial o de relaciones públicas, lo mejor que podría pasar es que este programa funcionara y otras grandes corporaciones de EE UU utilizaran el efectivo que acumulan en balance para ayudar a los jóvenes a tener más oportunidades. El acceso a la educación superior es prohibitivo para el 99%. Ir a la Universidad cuesta de media 18.400 dólares anuales, según el College Board. Eso en un centro público local. Si se va a uno privada se dispara a los 40.900 dólares, incluyendo alojamiento. Los precios de las matrículas no paran de subir y eso provoca que la deuda de los estudiantes se haya triplicado en la última década, de acuerdo con los datos de la Reserva Federal. La experiencia en el puesto de trabajo es importante, pero la formación también cuenta.