Foto de portada de Asamblea ordinaria.
Alguna vez les he contado en este blog que lo que más me impresionó cuando comencé a bucear en el problema de la pobreza infantil no fueron los indicadores objetivos de privación; ni siquiera los más alarmantes, como la falta de calefacción o alimentos. Lo que me sobrecogió fue la experiencia personal, subjetiva, de los niños. La idea de que casi un tercio de los menores en nuestro país han pasado en estos años por la vergüenza, la frustración o el miedo que provoca la pobreza resulta difícil de aceptar. Son sensaciones que podrían encostrarse en su personalidad, marcándoles de por vida en las relaciones personales y profesionales y atrapándoles en una rueda que dejarán en herencia a sus propios hijos.
Los niños se han convertido en el epítome de un fenómeno que no empieza de manera abrupta, con el desahucio o la emigración. La crisis cotidiana va calando sobre el individuo, sobre la pareja, sobre las relaciones familiares y con los vecinos. Es la pobreza lenta, la que convive con los demás. La crisis culpable del "hágase usted emprendedor". La que nos envilece y nos avergüenza. La que carece de toda épica. Esta es la realidad que retrata Julio Fajardo en Asamblea ordinaria, la extraordinaria novela publicada recientemente por Los Libros del Asteroide y que ha sido calificada con justicia como "la novela de la crisis".