La batalla Valenciana

Blog de Adolf Beltrán desde la Comunidad Valenciana

Sobre el blog

El atractivo de la batalla valenciana del 27m reside en que la izquierda disputa al PP una pieza clave del tablero autonómico. Además, ofrece el morbo del duelo entre Rita Barberá y Carmen Alborch por la alcaldía de Valencia.

Autores

Adolf Beltran (Valencia, 1958), debido a su trabajo en la redacción de El País, lleva años observando con atención la realidad valenciana. Aunque ha escrito novelas (Les llunes de Russafa), ensayos (Els temps moderns. Societat valenciana i cultura de masses al segle XX) y libros de reportaje, la suya es fundamentalmente la mirada de un periodista, oficio que ejerce desde mediados de los años ochenta.

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28 mayo, 2007 - 10:55 - EL PAÍS

Goleada final

El 27 de mayo deparó lo que, en términos futbolísticos, puede calificarse como una goleada antológica. Como indicaba la encuesta del CIS, al final no hubo pelea; apenas la resitencia de Etelvina Andreu en Alicante frente al alcalde Luis Díaz Alperi (a quien tuvo a tiro en todo momento) y el ascenso de Juan Maria Calles en Castellón, insuficiente para derrotar a Alberto Fabra porque el Bloc perdió uno de sus dos concejales. Tampoco el nuevo estilo de Carmen Alborch consiguió hacer mella en Valencia a una alcaldesa Rita Barberá que desbordó sus mejores registros. La derecha aguantó la endeble ofensiva de la izquierda y goleó sin contemplaciones. Ni corrupción, ni urbanismo salvaje, ni nada de nada. Una mayoría social muy amplia se movilizó en bloque y dio un salvoconducto indiscutible a la política, prepotente y demagógica pero también muy contundente y efectiva, de los populares valencianos.

Francisco Camps obtuvo los mejores resultados en 25 años de historia autonómica. Superó, incluso, los niveles de voto de 1983, cuando Joan Lerma ganó las primeras elecciones a la Generalitat en el momento en que el PSOE cabalgaba la cresta de la ola del cambio. El PSPV de Joan Ignasi Pla, incapaz de hacer frente a la agresividad y la falta de complejos del PP en la defensa pública de sus propuestas, ha quedado aniquilado en la brega. Su liderazgo está hecho añicos y la estructura de la organización pide una completa reforma de caras, programas, actitudes e ideas.

La coalición Compromís pel País Valencià, por otro lado, que era la gran esperanza de la izquierda para arañar la mayoría absoluta al PP, no dio la talla. Especialmente grave es la situación para uno de sus componentes, Esquerra Unida, que ha perdido su representación municipal en todas las capitales de provincia. La utilización del debate sobre la negociación del acuerdo electoral con el Bloc para ventilar la lucha de poder interna, que ganó Glòria Marcos con muchas víctimas, y la incapacidad de trasladar al ámbito municipal el pacto han pasado una factura importante. No tanto al Bloc, que entra en las Cortes y, aunque ha visto mermada su presencia en algún ayuntamiento, conserva casi intacto su poder municipal (hoy los nacionalistas son, sin lugar a dudas, la tercera fuerza política valenciana en ese ámbito).

Como vaticinó el periodista Ximo Ferrandis en un libro, L'esquerra al sofà (editorial Bromera), que la mayoría de los dirigentes valencianos se ve que no han leído, "las tres legislaturas de gobierno del PP en el País Valenciano (además de los cuatro mandatos consecutivos en ciudades clave como Valencia y los dos en España) han dado tiempo a la izquierda para sentarse en el sofá y repensarse. A veces con propuestas que se adelantaban a su tiempo y otras, la mayoría, con iniciativas que llegaban tarde a demandas de la sociedad. Unas asincronías que han sido provocadas, casi siempre, por una visión excesivamente orgánica de la política, demasiado pendiente de las luchas internas de los partidos, y por la incapacidad para conectar con las principales inquietudes de la ciudadanía". Concluía Ferrandis en su ensayo que el 27 de mayo de 2007 marcaría la continuidad o el cambio de un escenario político que va más allá de la Comunidad Autónoma Valenciana, "un escenario en el que la izquierda que conocemos estará obligada a reinventarse".

Al final, el PP conserva una de sus piezas más valiosas, junto a Madrid, en el tablero autonómico, lo que dibuja un panorama reñido entre Rodríguez Zapatero y Rajoy para las próximas elecciones generales.

26 mayo, 2007 - 00:51 - EL PAÍS

Votar importa

Hoy, víspera electoral, conviene dedicar unos minutos a releer los manuales. Por ejemplo, los libros de Robert Dahl, que ha constatado los límites de la democracia pluralista al destacar que contiene un conjunto de centros de poder y de autoridad no siempre controlados por la ciudadanía. Por ello la noción de democracia no asume fácilmente "la frecuente pasividad, desinterés o desconocimiento de muchos votantes ante la esfera de la política, amén de la existencia de numerosos ciudadanos que no votan".

Y el caso es que las elecciones democráticas tienen unos objetivos bien relevantes, como "producir representación -trasladando a las instancias políticas una muestra de las demandas y expectativas sociales-, producir gobierno -seleccionando a quienes dispondrán de capacidad para intervenir coactivamente en la regulación de los conflictos sociales-, y, finalmente, producir legitimidad -haciendo aceptable para la comunidad ciudadana esta intervención coactiva" (Diccionario de Sociología, Salvador Giner, Emilio Lamo de Espinosa y Cristóbal Torres, eds.).

Por tanto, uno puede tener dudas sobre la opción a la que debe prestar su apoyo, incluso sobre la conveniencia de hacer un voto estratégico o sincero, pero debe saber que "el voto, como mecanismo de participación política es la actividad más generalizada entre los ciudadanos, la que menos iniciativa requiere y la que comunica una menor información específica sobre sus preferencias. En cambio, el impacto de los resultados electorales en la selección de los líderes partidistas y en el contendio de las políticas públicas proporciona al voto una importancia difícilmente exagerable".

Pues eso, que votar es un ejercicio de ciudadanía tan imperfecto como imprescindible.

25 mayo, 2007 - 10:21 - EL PAÍS

La desaladora como emblema

Son buenas para suministrar agua a los ciudadanos de Baleares y de Canarias, a poblaciones del litoral valenciano como Xàbia y a macrourbanizaciones como Marina d'Or, pero resultan completamente contraproducentes si han de reemplazar los aportes que preveía el trasvase del Ebro. El discurso del Gobierno de Francisco Camps en materia de política hídrica ha sido así de incoherente toda la legislatura. Y el PP valenciano le ha extraído todo el jugo a un planteamiento tan demagógico en defensa de la política que en su día trató de sacar adelante el Ejecutivo de José María Aznar, con España dividida en dos mitades.

Por eso tenía ayer un contenido simbólico la visita de Adrián Baltanás, director general de la empresa pública Acuamed, a las obras de la planta desalinizadora de Torrevieja, que ha de suministrar, a partir de 2008, entre 80 y 120 hectómetros cúbicos anuales para dos millones y medio de ciudadanos y unos 65.000 agricultores. El Gobierno de Rodríguez Zapatero y singularmente la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, han tenido que recurrir al Tribunal Constitucional para superar las trabas (barrera quitamiedos incluida, en la carretera, para impedir el acceso de camiones a la construcción) que ha puesto el Consell a ese proyecto del programa Agua. Esta semana, la Unión Europea ha rechazado el recurso que pretendía paralizar la obra por sus efectos ambientales presentado por el Gobierno de Camps y ha ratificado que la desaladora recibirá fondos comunitarios (cosa que no logró, por cierto, el derogado proyecto del trasvase del Ebro).

A un paso de las elecciones, pues, la encarnizada batalla planteada por los populares a propósito de la política hidrológica (¿se acuerdan de aquella macroconcentración en Valencia, con paella gratuita y abundantes fondos públicos, bajo el lema "Agua para todos"?) se dehincha. Como escribe hoy Sara Velert en El País, La guerra del Ebro hace aguas.

Hay muchos argumentos para oponerse a esas grandes obras de ingeniería que son los trasvases. La nueva cultura del agua hace tiempo que camina en sentido contrario (también en Europa), apoyada en las nuevas tecnologías de reutilización, depuración, desalación y, sobre todo, racionalización y ahorro. El patriotismo hídrico ha sido siempre una lacra de peligrosa utilización política. Curiosamente, a los nacionalistas de Convergència i Unió el apoyo inicial al trasvase del Ebro les acabó costando, en buena medida, el poder en Cataluña. El PP valenciano no ha dudado, en cambio, en radicalizar hasta lo absurdo su manejo porque eso le permitía reforzar su poder autonómico, con una altanera sacralización de todo (hasta del trasvase interno valenciano entre el Júcar y el Vinalopó, cuya modificación en el trazado ha anatemizado sin piedad el partido de Camps). Desde luego, la moderación y el sentido común encuentran poco oxígeno en políticas tan enfáticas.

24 mayo, 2007 - 01:03 - EL PAÍS

¡Oh! ¡Dios mío! ¡Han matado a Kenny!

No me viene a la cabeza ningún valenciano a quien no guste la mascletà, esa exhibición tremenda de ruido y pólvora. Puede decirse que es uno de los escasos elementos de consenso de que disponemos. Pues bien, la campaña electoral se parece a una mascletà. Y ya ha entrado en su fase final, también conocida como "bombardeo". El ruido ensordecedor de los partidos y coaliciones quemando los últimos petardos hace imposible distinguir nada. Por tanto, sólo queda esperar a que llegue la carcasa final y suenen, al fin, los aplausos para el pirotécnico.

Sin embargo, hay rincones recónditos donde el estrépito de la pólvora gruesa todavía no impide distinguir músicas y colores. Por ejemplo, en Internet. Hasta aquí no han llegado las limitaciones que impone la junta electoral y en el ciberespacio se despliega, además de una cantidad ingente de basura completamente prescindible, cierta variedad de formas de crítica y de contestación, de expresiones imaginativas orientadas a la protesta o la polémica. Malva-rosa Connnection, un blog crítico y perspicaz sobre la actualidad valenciana, apunta que la creatividad audiovisual ha demostrado un nivel sorprendente en este periodo preelectoral, y pone como ejemplo uno de tantos vídeos colgados en YouTube. Se titula East Park , es militantemente anti-PP y utiliza evidentes referencias a South Park para caricaturizar a Bernie Ecclestone y su Fórmula 1, Rita Barberá, Francisco Camps y quien se ponga por delante. La banda sonora, en un estilo inefable de cachondeo sarcástico, revela bastante talento humorístico.

El del humor es un asunto clave. Pese a la fama de ingeniosos y de excepcionalmente dotados para la sátira que el tópico de las Fallas nos adjudica, en nuestra vida colectiva conformamos los valencianos una sociedad muy quisquillosa y controlada, llena de tabúes y de sacralizaciones. ¿Quién puede imaginarse en nuestra televisión autonómica Canal 9 programas de coña tan ácidos y contudentes con los políticos y los gobernantes como Las noticias del Guiñol, de Cuatro y de Canal +, o como Polònia, el espacio que presenta y dirige Toni Soler en la televisión de Cataluña TV3? Estoy convencido de que no poder reírnos de nuestros personajes públicos nos convierte, a los valencianos, en seres estreñidos e irritables, un tanto acomplejados. Por eso, poner en antena un programa de humor sin cortapisas ni censuras debería ser una de las propuestas principales para Canal 9.Southpark Por higiene pública, más que nada.

Imagino con dificultad, en la línea del vídeo de animación del que he hablado antes, un South Park valenciano. Y eso que la serie más gamberra y políticamente incorrecta de dibujos animados de la historia de la tele ofrece un buen filón. ¿Quién sería Kenny Mccormick, que siempre se está muriendo? ¿Quién haría de Stanley Marsh para exclamar, invariablemente "¡Oh! ¿Dios mío! ¡Han matado a Kenny!"? ¿Quién podría pasar razonablemente por Eric Cartman o por Kyle Brofslovsky? Tal vez la crudeza de la serie, -que crearon, por cierto, a principios de los noventa, dos estudiantes de Colorado al hacer un humilde corto navideño del todo irreverente-, fuera demasiado para una escena política e institucional tan beata y sobreprotegida como la valenciana. ¿Y unas bromas a lo Andreu Buenafuente? 

23 mayo, 2007 - 01:34 - EL PAÍS

La batalla de la agenda

Hay una escena de la famosa película de Alan Pakula Todos los hombres del presidente en la que Bernstein y Woodward, representados por Robert Redford y Dustin Hoffman, escriben frenéticamente en la redacción del Washington Post nuevas revelaciones sobre el caso Watergate mientras la televisión retransmite la ceremonia de toma de posesión de Nixon, acabado de reelegir. Pocas imágenes expresan con mayor eficacia la diferencia entre la agenda electoral y la agenda de la opinión pública cuando experimentan graves contradicciones.

¿Quién establece hoy la agenda electoral? ¿Y en qué se parece a la agenda hipotética de las preocupaciones ciudadanas? No me refiero, es obvio, al calendario de mítines y actividades sino a los asuntos que ocupan el centro de atención. Soledad Gallego Díaz escribe hoy en El País que el PP ha centrado en el terrorismo su campaña y que los socialistas han ensayado varios temas. Es verdad. ¿Y qué tiene que ver ese debate con los gobiernos autonómicos y municipales?

Con la mirada puesta en las próximas elecciones generales, los populares tensan en estos comicios de menor nivel la cuerda de su oposición desmesurada a Zapatero en el terreno de la política democrática frente la violencia en el País Vasco. El ex presidente Aznar, tan desmelenado desde que la foto de las Azores descompuso su figura de estadista, llegó a decir ayer que cada voto que no vaya al PP contribuirá a la presencia institucional del terrorismo.

Las exageraciones van que vuelan y la línea dura de choque de la derecha las convierte en el lenguaje cotidiano de una oposición hiperbólica. Pero también el PP reina en algunos sitios, como en las instituciones valencianas, y aquí el catastrofismo tiene perfiles de prepotencia gubernamental. Bien remojados por un chaparrón a media tarde, los populares celebraron con Rajoy un acto multitudinario en la plaza de toros de Valencia e insistieron en viejos argumentos de supuestas traiciones a una identidad enfática (de la que se consideran guardianes en exclusiva) y de un anticatalanismo grosero (el más viejo y sobado de los recursos de la reacción indígena). El objetivo es nítido: que ni un voto de los sectores más ultras del cuerpo electoral se escape de la enorme fuerza gravitatoria de su partido. ¿Se puede llamar a eso marcar la agenda o es más bien un institivo mecanismo para delimitar el territorio propio?

Por la izquierda, la insistencia creciente en los casos de corrupción que afean desde hace tiempo al partido de Francisco Camps se ha redoblado, con Carlos Fabra y su segundo, Francisco Martínez, en el centro de la diana. Ambos, el presidente y el vicepresidente de la Diputación de Castellón, que se han enriquecido de forma asombrosa en el ejercicio de sus cargos, estaban sentados en el albero de la plaza de la calle de Xàtiva con sus chubasqueros puestos, acompañados de otros como Luis Díaz Alperi y Alfonso Rus bajo los paraguas.

Mucho ruido, por tanto, en el ambiente de campaña y muy poca atención a otros aspectos, más domésticos o más abstractos, que tienen que ver con la estructura territorial del poder en España y con su eficiencia doméstica, desde la necesaria asunción de competencias en materia de política económica y bienestar social por parte de los ayuntamientos hasta a la suciedad recurrente de ciertas calles alejadas del centro (hay un blog de título muy expresivo sobre el acuciante problema de los excrementos caninos en las aceras de la capital que no me resisto a citar: Valencia es un cagadero).

Así las cosas, la campaña entra en su recta final y en el sprint se pierden los pocos matices que la han adornado. Al fin y al cabo, la agenda pública es un bloc de notas en el que todos intentan escribir, pero la agenda electoral, como se ha visto, suele convertirse en un cuaderno lleno de tachaduras. Ese es el nivel.

22 mayo, 2007 - 03:02 - EL PAÍS

La decadencia del voto útil

Las elecciones del próximo domingo, por lo que se refiere a los valencianos, van a ser sin duda las más "útiles" de la democracia; al menos en términos de representación del voto realmente ejercido (siempre queda la incógnita de las abstención, que otorga mayor o menor legitimidad a los comicios). Esta vez encontrará acomodo en el Parlamento autonómico el abanico más amplio de voluntades. Sólo hay que comparar lo ocurrido hace cuatro años con lo que aventuran las encuestas y con lo que, razonablemente, se puede esperar.

En 2003, un 89,9% de los votantes vieron representadas las siglas de su elección en las Cortes Valencianas que surgieron de las elecciones. Quedó fuera un 9,1% (al margen de los votos en blanco y nulos), con el singular caso del Bloc, que no obtuvo escaños pese a sus 114.122 sufragios (4,8%) como consecuencia de la barrera del 5% exigida para acceder a la representación. Ahora, para el 27-M, los sondeos oscilan en sus previsiones entre un 93,5% y un 97,5% de voto que se traduciría en presencia parlamentaria, lo que reduce el espacio extraparlamentario a porcentajes mínimos, entre el 2,5% y el 6,5% de los votantes.

Esa nueva aritmética electoral viene generada por dos causas fundamentales. De un lado, el enorme apoyo de la derecha, en todos sus matices, que ha conseguido aglutinar el PP y que, de acuerdo con las previsiones, podrá mantener. De otro lado, por la constitución de la coalición Compromís pel País Valencià, que suma en el cómputo los apoyos electorales del Bloc, desperdiciados en tantas convocatorias anteriores. Se trata de una novedad aritmética que influirá sobre los resultados pero que ya repercute en la textura misma de la campaña porque, aquí y ahora, prácticamente todos los votos serán útiles. Será útil para la derecha votar al PP y será igualmente útil para la izquierda votar al PSPV o a Compromís. De ahí que haya perdido su antigua virtualidad la polémica sobre el "voto útil" entre las formaciones grandes y las minoritarias.Corts3

Hoy por hoy, la utilidad que se arrogan los candidatos, por tanto, se centra en sus objetivos políticos. Francisco Camps proclama que votarle permitirá a los valencianos seguir por las senda de la felicidad. Joan Ignasi Pla explica que apoyarle propiciará el cambio de la actual política de gestos y falsedades. Glòria Marcos, en fin, alega que sus votos serán imprescindibles para desalojar a los conservadores del poder. Pero todos esos argumentos no son otra cosa que una expresión coherente de sus opciones.

La decadencia del voto útil como instrumento dialéctico para arañar sufragios a los partidos pequeños abre una expectativa de gran concentración y de gran polarización en el arco parlamentario. Una concentración y una polarización que, paradójicamente, no empobrecerán el colorido de un hemiciclo donde, sea como sea, habrá más partidos representados que en la legislatura que se acaba (sin llegar a la marca de otros tiempos, cuando llegaron a sentarse en los escaños diputados del PSPV-PSOE, el PP, Esquerra Unida, Unitat del Poble Valencià, Unión Valenciana y el CDS). La democracia, pese a los obstáculos, tiene esas cosas. Tal vez estemos ante un síntoma de maduración de nuestro sistema de partidos, tal vez ante un nuevo periodo en el que la cultura de la negociación y el pacto diluya, poco a poco, las rigideces y los sectarismos. Tal vez haya llegado la hora de la política. ¿Quién sabe?

20 mayo, 2007 - 13:55 - EL PAÍS

El regreso

Mientras Francisco Camps se apresuraba a dar su apoyo público en Castellón a Carlos Fabra, un señor que cuadruplicó su patrimonio y cobró más de 841.000 euros por asesorar (no está claro sobre qué) a diversas empresas siendo presidente de la Diputación entre 2000 y 2004, periodo en el que es investigado judicialmente por supuesto tráfico de influencias y delito fiscal, Eduardo Zaplana reaparecía en Altea.

Fue el regreso más esperado por el millar de seguidores que acudieron a la cita y el ex presidente de la Generalitat, desde luego, no los defraudó. Les piropeó, exaltó los ánimos y les emplazó a mantenerse unidos alrededor del presidente de la Diputación de Alicante, José Joaquín Ripoll. Ante Gerardo Camps, el cabeza de lista alicantino impuesto desde Valencia, que ejercía de convidado de piedra, no hizo Zaplana en la ceremonia referencia alguna al inquilino del Palau de la Generalitat, su sucesor en el liderazgo autonómico del partido y aspirante a revalidar el cargo al frente del Consell.

Pese a que los ataques al Gobierno de Zapatero estuvieron dentro de la retórica oficial del PP y desprendieron el aroma catastrofista de costumbre, el mitin de Altea, donde es alcalde el zaplanista Miguel Ortiz, reunió a los todavía consellers Miguel Peralta y Gema Amor y al presidente de las Cortes, Julio de España (por cierto, ¿donde estaba Alicia de Miguel?) en su papel de sacerdotes de la causa común para conjurar ciertos fantasmas en torno a su líder. Podríamos decir que se usó el ritual de la ortodoxia con otro fin: lanzar la señal de que al sur, aunque herida en algo más que el amor propio por su marginación de las candidaturas, una tribu todavía permanece en pie.

Es sabido que divisiones internas como las que sufre el PP valenciano, y que han jalonado toda la legislatura, no se curan sin más. En todo caso, aplazan sus efectos a la espera de una ocasión propicia. Por eso, aunque Camps aludió ante Fabra en Castellón a los socialistas como "hijos de la desesperación" y dijo que "se han pintado la cara con pinturas de guerra", donde había rabia acumulada de verdad, con el ardor guerrero a flor de piel, era en Altea. Si al PP valenciano (¡vaya usted a saber!) se le tuercen las cosas el 27 de mayo, los zaplanistas, a quienes vino a decir su jefe que tengan paciencia, se lanzarán al combate, tanto a la orilla del mar como en los despachos de Madrid donde habita Rajoy.

19 mayo, 2007 - 01:51 - EL PAÍS

Entropía en la política

Tomo prestado el título de un libro de Vaclav Havel, aquel primer presidente de Chescoslovaquia tras la caída del muro que supo serlo después de la República Checa independizada de Eslovaquia, uno de esos personajes históricos por cuya biografía sólo se puede sentir admiración. La "entropía de la política" es un concepto muy sugestivo para tratar de entender lo que ocurre en nuestras sociedades. Por eso lo utilizó Jean Baudrillard, aunque resulte más agradable la lectura de su filosofía que fácil de compartir el pesismismo latente en sus visiones del mundo de la vida.

Digo "entropía" y, si me refiero sólo a la dinámica de los partidos, tal vez podría ser más llano y seguir a Justo Serna cuando habla de la "trituración interna" del PP valenciano. En efecto, las máquinas partidistas acumulan, no sólo en un largo ejercicio del poder, sino también cuando lo pierden, un grado de desorden interno que se acrecienta y exige una enorme cantidad de energía para que el sistema siga funcionando.

Los rastros de la catástrofe que la dinámica del caos interior genera en ocasiones tienen una vigencia larga y desagradable. Los socialistas valencianos, por ejemplo, todavía no han acabado de digerir completamente el estallido en facciones miopes y egoístas que les sumió durante buena parte de los 12 años que llevan fuera de la Generalitat en una crisis esterilizante.

En el PP, aludo ahora al conjunto de la organización de la derecha en España, la histriónica puesta en escena de sus planteamientos de oposición, tras su abrupta derrota en 2004, trata de contener esos efectos (y de rebote lo pagamos todos los ciudadanos en forma de crispación social). También ocurre a escala autonómica. Es difícil de explicar, si no, que un señor amable y educado como Francisco Camps se  muestre, de un lado, cada vez más conspicuo y enfurruñado, y de otro, cada vez más eufórico, hasta el extremo de emplear ante los electores el argumento de que, si salen fuera de su comunidad autónoma, verán que son la envidia de todos. Tal argumento, amén de pobre (paupérrimo), evoca la simplicidad de referentes políticos como Gil y Gil, aquel señor que también predicaba que Marbella era la envidia de España y de parte del extranjero mientras saqueaba con todo tipo de desaprensivos su dignidad y sus recursos.

¿Necesitaba Camps emprender esa senda para mantener unida con el cemento del poder la grave división interna entre sus seguidores, los de Zaplana, los de Fabra y tutti quanti? La entropía del PP valenciano, en todo caso, se proyecta sobre el imaginario de la sociedad con una virulencia avasalladora. ¿Necesitamos generar una cantidad tan grande de energía para que la convivencia colectiva resulte soportable?

Me refiero a la entropía política que nos sacude, pero también a su reflejo informativo, a sus efectos en el debate público y, por supuesto, en el comportamiento económico, que es, inevitablemente, también una manera de eludir la responsabilidad hacia los requerimientos acuciantes del medio ambiente. La eficiencia general de los gestos, de los esfuerzos, de los discursos y de las acciones, en nuestro país, es manifiestamente baja. Los gestos colectivos, los esfuerzos dialécticos, los discursos políticos y las acciones institucionales están exageradamente desordenados en nuestra sociedad.

Decía H.G. Wells, (y no sé por qué me viene esa cita a la memoria, ¿o tal vez sí?): "Cada vez que veo a un adulto en bicicleta no pierdo la esperanza en el género humano". Hace tres meses estuve en Friburgo, una ciudad alemana en la que, nada más salir de la estación del ferrocarril, te das de bruces con un enorme aparcamiento lleno a rebosar de miles de... bicicletas. Al verlas, pensé en Valencia y, no sólo en su enervante tráfico de automóviles, sino en las largas filas de motos aparcadas los días laborables sobre las aceras del centro de la ciudad. ¿Por qué, aquí, en una urbe tan plana y de clima benigno, todos esos vehículos para ir al trabajo no son bicicletas? ¿Por qué no podemos hacer de eso un asunto importante en el debate electoral y, en cambio, tenemos que apretar los dientes y arremeter unos contra otros a cuenta de los alardes que preparamos para asombrar a un coro inexistente de envidiosos que supuestamente nos observa? El nuestro es un espacio público demasiado cargado de entropía. 

18 mayo, 2007 - 01:28 - EL PAÍS

Partidos en el tercer entorno

Apenas había concluido el mitin de Zapatero, anoche, en el pabellón Pitiu Rochel, de Alicante, donde el presidente (que parece dispuesto a multiplicar sus esfuerzos en territorio valenciano) arremetió contra la corrupción urbanística y los "patriotas" que destrozan las ciudades, antes de apoyar con calor a la candidata socialista a la alcaldía, Etelvina Andreu, cuando la foto del acto ya estaba colgada en la página web del PSPV.PSOE. La agilidad del "tercer entorno", como bautizó Javier Echevarría el nuevo mundo que ha creado la red, permite a los partidos toda una gama de formas de difundir sus mensajes que tratan de utilizar con más o menos acierto y, en general, no demasiada imaginación.

Explorar los sitios de las diversas formaciones es descubrir, intuitivamente, un poco su idiosincrasia, que es algo más profundo que su ideología o sus programas. La de los socialistas valencianos, por ejemplo, es una página en tonos rojo y azul suaves que ofrece noticias de la campaña y vínculos a la página orgánica del partido, a su actividad institucional y, destacado con gran relieve, al sitio de su candidato, Joan Ignasi Pla, donde un vídeo trata de explotar los perfiles humanos de un personaje alejado del glamour de la candidata a la alcaldía de Valencia, Carmen Alborch, cuya web, en los mismos tonos sobrios del partido, contrasta con el colorido y la modernidad del sitio de su plataforma de apoyo, Si Tu Vols, un lugar de internet que revela cómo ha reclutado entre sus voluntarios a gentes del diseño y la cultura gráfica.

La página del PP de la Comunidad Valenciana, en tonos azul y naranja fuertes, sorprende al visitante por dos cosas. De un lado, por la fotografía que, a modo de cabecera, presenta a Francisco Camps con Rita Barberá y algunos de sus colaboradores bajo el lema "molt ben fet", muy adecuado al énfasis triunfalista de su campaña, y de otro lado, por la proliferación de mensajes y fotografías protagonizadas por los dos principales dirigentes de la "cocina" de la organización, Adela Pedrosa y Ricardo Costa, como si quisieran dejar claro que ese es todavía el dominio del "aparato". Hay también un vínculo a la página del candidato Camps que, sintomáticamente, resalta su imagen junto a la de presidente nacional del PP, Mariano Rajoy, en un claro mensaje de que los dos trabajan codo con codo por España. El visitante no podrá encontrar referencia alguna a Eduardo Zaplana, que fue tan importante y se ha convertido en el gran ausente de este periodo electoral.

La coalición Compromís pel País Valencià tiene una web de tonos rojos donde se amontonan las cosas con una cierta improvisación, como ocurre en la propia plataforma política que se asoma al ciberespacio a través de ella. Más coherentes son las webs de las dos formaciones principales que la integran: Esquerra Unida, cuya web revela enseguida su condición de madre originaria de la anterior, no demasiado atractiva, y la del Bloc, la más moderna de las webs de los partidos que entrarán el 27 de mayo en las Cortes valencianas, en la que destacan algunos vídeos de animación muy conseguidos.

De todas maneras, la chispa de la campaña, las consideraciones ingeniosas, los debates acalorados y las aportaciones más o menos brillantes circulan por una constelación de portales, sitios, foros y blogs alejados de las rigideces que establece el marco orgánico de los partidos. Como en la vida real, para la world wide web que Tim Berners-Lee desarrolló hace tres décadas en el Centro Europeo de Física de Partículas (CERN) de Ginebra, también vale aquello de que "la verdad está ahí fuera".

17 mayo, 2007 - 00:48 - EL PAÍS

'Too much, too much'

¡Oiga! ¡Increíble! El Ayuntamiento de Valencia cede súbitamente, en medio de la campaña electoral, todas sus competencias en cuanto a la ordenación de actividades y la concesión de licencias en la ciudad al Gobierno de Rodríguez Zapatero o, más concretamente, a su ministro Joan Clos (que, para más inri, es catalán, el hombre). ¡Como lo oye! Según la alcaldesa Barberá, la culpa de que en el barrio de Patraix funcione la subestación eléctrica que sufrió el martes una explosión y soliviantó a unos vecinos bastante escaldados es del Ministerio de Industria. La secretaria general del PP valenciano, Adela Pedrosa, lo ha explicado bien clarito (me encantan sus notas de prensa, he de reconocerlo): "Pla tendrá que comer rabos de pasas para recuperar la memoria que ha perdido definitivamente, ya que el propio ministerio, tras una pregunta realizada en las Cortes, recordó que la autorización es totalmente válida salvo que sea anulada por sentencia judicial".

Too much, too much hypocrisy...

El alcalde de Alicante, arrebatado por la indignación, le montó un pollo a Carles Francino porque en su Hoy por hoy de la cadena SER, que emitió en directo desde la ciudad, había comentado que Luis Díaz Alperi está imputado por dos supuestos delitos.

Too much, too much morality...

La juez de Nules ha ordenado que se investiguen las cuentas, las tarjetas de crédito y las cajas de seguridad de Carlos Fabra y toda su familia. Al mismo tiempo, ha indicado que se remitan los cuestionarios correspondientes a tres ex ministros del Gobierno de Aznar que tienen algo que decir sobre las "gestiones" del presidente de la Diputación de Castellón para agilizar autorizaciones de productos fitosanitarios por las que, según la acusación, supuestamente cobraba de las empresas.

Too much, too much promiscuity...

La Generalitat anuncia que el Consell que preside Camps aprobará de inmediato el pago de las indemnizaciones a las víctimas contagiadas de hepatitis C por el anestesista Juan Maeso. Llevan una década sin ver un euro (cuatro se han muerto por el camino) y el fiscal que ha llevado el caso, Javier Carceller, declara en El País que la Consejería de Sanidad, si hubiera actuado a tiempo ante las irregularidades detectadas en el frenético encadenamiento de intervenciones que desplegaba el médico en hospitales públicos y privados, habría evitado una buena parte de los contagios.

Lo canta Manu Chao: "Too much, too much hypocrisy, can drive to calamity...".

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