MATEO PEYROUZET (*)
Imagen de uno de los actos de las 'Consultas Ciudadanas' de la Fundación Alternativas. / FA
Últimamente no corren tiempos de gran optimismo respecto al presente y futuro del proyecto europeo, a pesar de las esperanzadoras estadísticas recogidas en el último Eurobarómetro y analizadas en la entrada anterior [1]. Los populismos ultranacionalistas avanzan, tanto entre los socios de Europa del Este tal que Hungría y Polonia, como en otros del peso político de Italia, Alemania o Suecia, mientras que el porcentaje de voto a partidos euroescépticos en las próximas elecciones europeas de mayo puede llegar a cotas muy elevadas. Esta es la situación a día de hoy, y bien que en España esta corriente aún no ha llegado a ser tan poderosa como en ciertos países vecinos, su retórica simplista, excluyente y embravecida tiene una capacidad indudable para avanzar como pólvora una vez la mecha se enciende.
Lo sumamente desagradable de esta realidad debe servir para catalizar un proceso de concienciación colectiva a través de los actores que marcan el rumbo electoral: partidos políticos, medios de comunicación, y, por encima de todo, el electorado.
'Consultas Ciudadanas': propuestas lúcidas y reflexiones críticas
Una de las quejas más recurrentes entre los ciudadanos es que hay una brecha demasiado marcada entre las instituciones europeas y la opinión de la población, que raramente cuenta en el diseño de leyes y políticas. Reconociendo este posible déficit participativo y en busca de la manera de compensarlo, durante los últimos meses se han producido decenas de ‘Consultas Ciudadanas’, en España y el resto de Europa, patrocinadas por las instituciones europeas y organizadas por diversas organizaciones, entre ellas la Fundación Alternativas. A lo largo de las últimas semanas he tenido el privilegio de poder asistir a varios de estos eventos deliberativos y tomar nota de la opinión de individuos de todas las edades: concienciados con el medio ambiente de la Fundación CONAMA, trabajadores afiliados a CCOO, y profesionales del Sindicato Unificado de Policía.
Se ha discutido largo y tendido de diversos temas, desde el papel de la Unión Europea (UE) en la preservación del medio ambiente, hasta la necesidad de dotar al proyecto europeo de un pilar social, pasando por la hipotética creación de un órgano de coordinación policial a nivel europeo. Estas opiniones (junto con otras tantas recogidas) llegarán a responsables políticos, sintetizadas y fusionadas en documentos diseñados para encajar en la ajetreada agenda de representantes y sus reuniones. Estos documentos recogen valiosas propuestas, tanto de especialistas profesionales como de ciudadanos implicados, y bien harían aquellos a quienes se dirigen estas proposiciones en leer atentamente y tomar buena nota.
Sin embargo, hay algo aún más relevante que las propuestas en sí. En todos los diálogos hubo participantes que enfatizaron la importancia de que se celebren eventos de este tipo, ya que enfrentan a la ciudadanía a temas normalmente omitidos en el debate político cotidiano, pero no por ello menos importantes. Varios asistentes hicieron autocrítica, señalando que, si ni tan siquiera en sectores de la sociedad tan politizados como los presentes se tenía un interés sostenido en el desarrollo del proyecto europeo, plantear reformas verdaderamente transformadoras en el seno de la UE es ‘como escribir una carta a los Reyes Magos’.
A medida que avanzaban los diálogos y la relevancia de la UE a nivel doméstico se hacía más evidente, crecía en la sala la sensación de que, al igual que la UE no ha estado a la altura de la ciudadanía con la gestión de la profunda crisis económica, posiblemente la ciudadanía no haya estado a la altura (en términos de concienciación e implicación) de lo que exige un proyecto tan complejo y ambicioso como es la unión de tantos países antaño enfrentados por las armas, y no precisamente hace siglos. En las últimas elecciones al Parlamento Europeo (PE) la participación en nuestro país no llegó al 44%, lo mismo que en el conjunto de la UE (43.1%).
¿Quién es culpable de este alarmante desinterés generalizado? ¿Es la escasez de proyectos políticos a nivel europeo que ilusionen y movilicen a los votantes, la ausencia de cobertura mediática acerca de la vida política europea por parte de las televisiones, o la falta de implicación democrática de más de la mitad de la población continental? A fin de cuentas, es una combinación de todos estos elementos, añadidos a otros que pueden ser de carácter más institucional como el menor poder legislativo del PE respecto a los parlamentos domésticos debido a la codecisión con el Consejo, por nombrar un ejemplo sin entrar a valorar sus beneficios y desventajas.
Exigencias democráticas para hacer frente al populismo nacionalista
En estos diálogos se escucharon voces que demandaban a los partidos mayor ambición y claridad al expresar sus propuestas europeas. También que no se dejen llevar por las tentaciones electorales ligadas al hecho de que se celebren el mismo día tanto las elecciones europeas como las municipales y autonómicas, lo cual puede tanto reducir la cuota de cobertura de la campaña europea a causa de los focos domésticos, como causar un efecto positivo en el pobre porcentaje de participación, a raíz del menor abstencionismo que se da en comicios locales. Igualmente, se pidió mayor difusión mediática, no solo en cuanto a la campaña electoral y las distintas propuestas de los partidos, sino también fuera de campaña cubriendo los debates europeos con mayor atención e informando de iniciativas y programas impulsados por la UE.
Asimismo, varios sindicalistas coincidieron en que para empezar a cambiar las cosas desde abajo sería necesario dedicar mayores esfuerzos a entender Europa y hablar sobre el proyecto europeo en la organización misma, una conclusión que se puede aplicar a todo tipo de asociaciones de carácter político o social. Finalmente, se incidió en la necesidad de trasladar estos debates al ámbito personal, tratando de intercambiar ideas sobre política europea con amistades y familiares, de la misma forma que se discute en cuanto a esa política doméstica que genera claramente más atención de la población por su cercanía, pero que no es por ello más influyente que la europea.
La mecha del populismo xenófobo está encendida en numerosos países de Europa. La pólvora llegó hace meses al barril de madera de roble de la democracia italiana. Pero el shock de ver cómo un socio de su talla caía en manos de la ultraderecha puede quedarse pequeño en términos proporcionales en el próximo mes de mayo. El pirómano Steve Bannon ha aterrizado en Bruselas listo para volar por los aires el proyecto europeo con su propio proyecto, ‘The Movement’ [2], organización que pretende unir a los eurófobos (Le Pen, Salvini, Orbán y compañía) bajo una visión conjunta, construyendo en el continente una especie de ‘Internacional Nacionalista’ en la que Trump espera con los brazos abiertos a Bolsonaro.
Hay cada vez más barriles conectados entre sí en las tripas del navío del proyecto europeo, su mecha siendo avivada por los lenguaraces lanzallamas de cada estado miembro. Si los actores mencionados no asumen su papel de responsabilidad en el escenario político, las elecciones al Parlamento Europeo de mayo pueden empezar a delinear una hecatombe: la explosión a bordo del proyecto europeo y su consiguiente hundimiento. ¿Un relato demasiado pesimista, sensacionalista y tremendista quizá? El tiempo lo dirá, pero esperamos que sea el caso.
Lo que parece evidente es que la UE no se va a salvar desde Bruselas, ni siquiera cuando lleguen las opiniones y propuestas ciudadanas recogidas en las consultas, sino desde la concienciación colectiva de ciudadanos, partidos y medios nacionales en la corresponsabilidad política que requiere que un proyecto de esta magnitud salga adelante en un contexto tan convulso como el actual. Es hora de volver a creer firmemente en los deberes que conlleva disfrutar de un sistema democrático saludable y de ser exigentes con su cumplimiento, pues la falta de exigencia contemporánea es uno de los factores que están llevando a la erosión de la fe en la democracia misma, y no queramos descubrir en qué se traduce que la población ponga su fe en otras formas de gobierno menos comprometidas con los principios que ésta enarbola.
[1]https://blogs.elpais.com/alternativas/2018/10/razones-objetivas-para-el-optimismo-europeo.html
[2]https://elpais.com/internacional/2018/08/05/actualidad/1533500025_422189.html
(*) Mateo Peyrouzet es investigador de la Fundación Alternativas