Los exámenes no deberían ser lo más importante del proceso educativo, pero lo son. Es el papel que le conceden la Administración, la mayoría de los profesores y la sociedad en general. En consecuencia, eso acaban pensando las familias de los estudiantes y ellos mismos. Pero, salvo en microentornos de excelencia estudiantil, la educación suele derrapar cuando los exámenes son lo único que importa. Y es que tienen el mismo problema que los venenos: la dosis.