Cuando llegué a este país en 2006, a cursar una beca Fulbright para periodistas, ante mi interés por el conflicto árabe-israelí, un profesor en mi máster de Política Internacional me dijo: “El conflicto y el proceso de paz se deciden tanto en Oriente Próximo como en Washington”. Con los años me di cuenta de que tenía razón. La influencia y las gestiones de la Casa Blanca y el Departamento de Estado han tenido tanto peso en el conflicto como algunas decisiones del ejecutivo israelí o de la Autoridad Palestina.
Muchos intentos ha habido en Washington por hacer avanzar el proceso de paz y salvar la llamada solución de los dos Estados, vecinos y en paz. En las últimas dos décadas, los mayores intentos diplomáticos se han producido normalmente en los segundos mandatos de los presidentes norteamericanos, ya libres del peso de ganar unas elecciones y decididos a dejar una impronta en la historia. Bill Clinton tuvo su cumbre de paz en Camp David, George Bush tuvo su conferencia de Annapolis y seguramente Barack Obama busque en los próximos cuatro años una revitalización del proceso, a pesar de su mala relación personal con Benjamin Netanyahu.
Son tiempos convulsos en Oriente Próximo. Los rebeldes en Siria ganan terreno lentamente ante un régimen al que, según se cree en Washington, sólo le queda ya la única opción de desmoronarse, con la onerosa cifra de 60.000 fallecidos en las revueltas. Las tempestades de la Primavera Árabe llevan ahora sus primeras ráfagas, aun suaves, a Jordania. Y en Egipto la aprobación de una constitución ha galvanizado a la oposición en una campaña contra lo que considera un rodillo islamista de Mohammed Morsi y los Hermanos Musulmanes, a la vez que la justicia ordena que se vuelva a juzgar a Hosni Mubarak.
Ha sido un reto y un honor poder contar en las páginas de EL PAÍS y en este blog asuntos como la guerra de Afganistán, los juicios en la base naval de Guantánamo, los abusos de la CIA, la saga de Wikileaks y el juicio al soldado Manning, así como las elecciones presidenciales y los grandes proyectos del Capitolio. El cambio será ahora de escenario. Las ganas y la ilusión por contar con honestidad los hechos siguen intactas. Ya no actualizaré este blog, pero pronto escribiré desde Oriente Próximo.