Un, dos, tres y encienden los ordenadores. El sonido del extractor de los microprocesadores se escuchará toda la madrugada. Cuando salga el sol los ceniceros se verán desbordados, las tazas de café estarán vacías y ya habrá un ganador. Son los gamers cubanos, apasionados de los videojuegos y enrolados en sus propios torneos.
Leo lleva años siendo el número uno de su barrio en el juego Dota 2. Desarrollado por Valve Corporation este pasatiempo mezcla la estrategia, el atractivo de los roles y los mapas personalizados. Una bomba de adrenalina que mantiene a muchos jóvenes de la Isla enganchados a la pantalla. Primero entrenan con varios amigos, para alcanzar un nivel que les permita competir contra jugadores de mayor rango. Ese es el caso de Leo que ya logró la categoría de experto.
“Los más complicado es encontrar un local con las condiciones para hacer cada torneo”, afirma este gamer. Recientemente en el cine teatro Maxim Rock de la capital habanera se inauguró un nuevo torneo nacional de Dota 2, pero ha demorado semanas en comenzar a falta de un sitio donde desarrollar los partidos. Mientras, la obsesión no se detiene. Las redes alternativas que conectan ordenadores –de forma alámbrica e inalámbrica- permiten ir ejercitando la vista y la mente para el gran combate.
Dentro de una Habana real, se oculta otra a la que sólo acceden los iniciados. Para estos jugadores la cotidianidad es apenas un escenario en el que se mueven durante unas horas. En su cosmogonía -hecha de kilobytes- se convierten en héroes sin las preocupaciones del transporte colapsado o de la comida que escasea sobre el plato. Su misión es defender una fortaleza, custodiar los “ancestros” y derrotar a las fuerzas enemigas. No importa el tiempo que tome, el juego es la parte más importante de sus vidas.
En la zona donde vive Leo ya han conformado un equipo con los mejores. Son cinco jóvenes entre 17 y 25 años. “Algunos los conocí en la secundaria donde estudié” pero a los otros los encontré a través de una intranet que tenemos en el edificio. Después de unas horas viéndolos jugar, se nota que apenas si hablan entre ellos, sólo hay algunos alaridos de victoria cuando alguien logra derrotar varios héroes rivales y consigue una considerable cantidad de oro.
“Yo prefiero que esté en eso, porque la calle está muy mala y hay muchos riesgos”, refiere la madre de Iván González uno de las integrantes del peculiar quinteto. El presidente de su Comité de Defensa de la Revolución también ve con buenos ojos la actividad a la que el joven dedica tanto tiempo. Afirma que “mientras se dediquen a los jueguitos, por lo menos no están poniendo carteles por ahí ni metiéndose en gusanerías” y refuerza la frase moviendo de arriba abajo la cabeza.
Al nivel que se encuentran Leo, Iván y el resto del equipo todavía no hay apuestas de dinero, pero si llegan a las “ligas profesionales” algo lograrán. “Tengo que cambiar la memoria RAM de la máquina que ya no da para tanto”, asegura Frank otro de los miembros del grupo gamer. Cada uno posee un ordenador, armado por piezas, conseguido en el mercado informal o traído por algún pariente desde el extranjero. La calidad de la tecnología determina mucho cuán lejos se podrá llegar en las grandes competencias.
Vivir del juego
Algunos cuentapropistas detectaron un nicho de mercado en esta pasión por los videojuegos. Junto a los cines 3D aparecieron a lo largo del año 2013, sitios para realizar torneos de Dota 2 y otros divertimentos informáticos. Cuando el gobierno arremetió contra las salas cinematográficas, cayeron en desgracia también estos locales. Muy pocos siguen operando de manera ilegal, pero sólo para clientes selectos y confiables.
Javier tiene uno de esos sitio underground cerca de la Vía Blanca y lo renta por horas. “Yo alquilo todo este espacio con unas diez máquinas para que puedan enfrentarse dos equipos y si quieren consumir algo de bebidas no alcohólicas también tengo una oferta”, explica mientras muestra un antiguo garaje adaptado para la nueva función.
Cada mes se desarrolla al menos un torneo en la capital. La voz de dónde se hará corre entre los interesados. Los participantes pueden disfrutar de sorteos donde se rifan afiches alegóricos, camisetas y pegatinas. Las llamadas “lan-party” –pronunciadas como lanpary- ayudan a compartir clics y estrategias entre los más jóvenes e incluso entre los niños. El relevo gamer sí está garantizado.
Otros ofrecen paquetes de datos con actualizaciones y nuevas configuraciones, que se renuevan cada semana. Entre los mejores distribuidores de videojuegos de toda la capital se destaca Yampier. Su listado está conformado por más de 1.700 títulos e incluye desde los clásicos hasta los más actuales. Seriedad, estabilidad y rebajas para los clientes habituales son las ideas claves que ha escrito en la primera hoja de su catálogo.
Yampier tiene suerte, pues trabaja en una dependencia del Ministerio de Comunicaciones e Informática donde puede descargar cualquier cosa de Internet, con un ancho de banda que la mayoría de los cubanos no ha visto ni en sueños. “De vez en cuando también juego, pero ya no con la misma pasión de hace unos años”, refiere este joven, quien además es uno de los principales desarrolladores de aplicaciones para Android de todo el país.
El encuentro de los guerreros
Viernes por la noche en la céntrica calle G. En una esquina se aglomeran jóvenes que se saludan chocando los puños o sólo con un toque del antebrazo. Hablan poco, apenas en monosílabos, pero se entienden bien. Uno masculla una dirección y selecciona su cuadrilla de jugadores. Otro, con ojeras pronunciadas, se conforma con los gamers que quedan. Sólo hay una chica en todo el grupo. “Nos vemos allá”, es la última frase que se oye antes de que se dispersen.
Cerca de la medianoche empieza la batalla. Cada uno esta sentado frente al teclado, las respiraciones se vuelven entrecortadas y un coro de clics inunda la habitación. Atrás queda la realidad, el sudor, las reproches de los padres. Parecen sacudirse la apatía que los acompaña durante el día y les brillan los ojos, algunos hasta esbozan una sonrisa. Han entrado ya en el territorio de sus pasiones.
Esta noche a Leo le ha vuelto a tocar ser el capitán de su equipo y dirigirá la estrategia. Tiene un estilo despiadado y “su tropa” lo sigue por el mapa virtual con respeto y sumisión. Unas seis horas después el victorioso guerrero grita ¡Ahhhhh…! y todo el grupo se le une para celebrar el triunfo. Cuando se abrazan están sudados, satisfechos, parecen soldados de un ejercito que ha vencido en una batalla histórica, definitiva.
Es hora de volver a la realidad. Los agotados gamers regresarán a sus casas a pie o intentarán tomar el ómnibus con los ojos entornados de tanto sueño. Al llegar a sus respectivos hogares irán directo hacia el refrigerador para echarle algo al estómago, después caerán en la cama. Cuando vuelva a esconderse el sol, ya estarán listos para el próximo juego.