En la mayoría de las grandes firmas de lujo (y en al mayoría de las marcas de diseñador) todas las disyuntivas y quebraderos de cabeza se resumen en una eterna pregunta: cómo ser comercial y creativamente relevante al mismo tiempo. Los consejeros delegados suelen premiar lo primero, y la crítica, lo segundo. Así que cada temporada las marcas exploran nuevas fórmulas para encontrar ese justo equilibrio que, según su perfil y objetivos, debe tener más de un ingrediente que del otro. En su propuesta para Gucci, Frida Giannini tira de una receta que ya le ha dado buenos resultados en otras ediciones de la Semana de la moda de Milán: oponer piezas versátiles y apetecibles a otras más sofisticadas y exclusivas. Está claro que para la italiana la virtud no reside en el término medio.