Los padres de Eduardo Moreno Bergaretxe, Pertur, en el homenaje del 30º aniversario de su desaparición. Foto: Javier Hernández
Todo el mundo sabía, salvo quizá su familia, que la investigación sobre la desaparición del dirigente de ETA (político-militar) Eduardo Moreno Bergaretxe, Pertur, el 23 de julio de 1976, realizada por la Audiencia Nacional, iba a acabar archivada por falta de autor conocido. Era lo previsto.
Descargar 2012-09-21 AUTO PERTUR
Y no es porque el juez Fernando Andreu no haya realizado su trabajo concienzudamente, sino porque han transcurrido más de 36 años desde que ocurrieron los hechos, no hay nada más difícil que investigar un secuestro y presumible asesinato sin disponer del cadáver y, como suele decir un abogado de la izquierda abertzale, la suma de sospechas no constituye delito, lo mismo que en el fútbol la suma de postes no hacen gol. De modo que, a pesar de las sospechas, no existen pruebas suficientes para dirigir el proceso contra nadie, por lo que, a efectos jurídicos, todo el mundo es inocente porque no se ha demostrado lo contrario.
Sin embargo, sin que haya habido pruebas concluyentes, las pesquisas parecen haber reforzado una hipótesis frente a las otras.
Durante años, en Euskadi, circuló la leyenda negra y el convencimiento de que Pertur había sido eliminado por los Bereziak, o comandos especiales de ETA (p-m). No obstante el secuestro fue reivindicado —aunque sin mayor consistencia— por tres grupos de ultraderechistas al mismo tiempo, ATE (Antiterrorismo ETA), AAA (Alianza Apostólica Anticomunista) y el Batallón Vasco Español, supuestamente vinculados con la policía y la Guardia Civil.
Hace pocos años, personas dedicadas al entretenimiento trataron de blanquear la historia con una nueva hipótesis que culpaba a neofascistas italianos que trabajaban a las órdenes de los cuerpos de seguridad, aunque estos nunca realizaron ni una redada ni un registro entre los abertzales a propósito de los datos que tras las previsibles torturas habría proporcionado Pertur. La hipótesis italiana es tan sólida que el único que dice saber algo, Angelo Izzo, llega a atribuir el secuestro y asesinato del empresario Aingeru Berazadi en 1976 a “una provocación organizada por Augusto Cauchi”, uno de sus colegas, cuando nadie discute que fue obra de ETA (p-m). Todo ello forma parte de lo posible.
El caso es que la investigación ha aportado nuevos datos. Se sabía que Pertur desapareció sin dejar rastro después de que dos de sus rivales políticos Miguel Ángel Apalategi, Apala, y Francisco Mujika, Pakito, le llevaran en coche de San Juan de Luz a Behobia (sur de Francia), un trayecto de 12 kilómetros, en el que se suele tardar un cuarto de hora, y para el que invirtieron una hora y media, sin que dieran una explicación razonable para ello.
Se conocían las discrepancias que Pertur, jefe del aparato político, mantenía con los comandos Bereziak —encargados de realizar las operaciones especiales, léase atentados, y que precisamente dirigían Apala y Pakito— y con Antxon Etxebeste, responsable del aparato político-militar. Los duros acusaban a Pertur de ser "un liquidacionista", es decir, de querer abandonar la lucha armada para formar un partido político y de haber puenteado a la dirección al tratar de influir en los presos de la banda.
También se sabía que en mayo de 1976, Antxon había "arrestado" a Pertur por indisciplina, pero que en una Conferencia de Cuadros de la organización, los asistentes habían exigido la presencia del "retenido", obligando a Antxon a recular. En esa asamblea hubo un varapalo para todos y tanto Pertur, como Antxon y Apala fueron destituidos de sus cargos. La nueva dirección recomendó a Pertur que cambiara de domicilio para evitar represalias. Medio año después se produjo la escisión que acabaría con Antxón, Pakito y Apala en ETA militar.
Se conocía también la carta manuscrita que Pertur remitió a su novia, Lourdes Auzmendi, 13 días antes de su desaparición. En ella calificaba a los Bereziak de "bestias" que habían convertido a ETA en un estado policial "donde cada uno sospecha del vecino y este del otro" y manifestaba: "No logro zafarme de esa dinámica infernal de las conspiraciones, del infundio, de la mentira, etc; de esa dinámica que tiende a eliminar rivales políticos no por medio del debate político, sino a través de sucias maniobras en nombre de la disciplina, de la seguridad".
En cambio, no se conocía la revelación de Lourdes Auzmendi al juez Andreu, según la cual un ex miembro de ETA que había coincidido con Apala en Nicaragua, le había contado que este había reconocido que a Pertur "le habían secuestrado ellos, le habían dado muerte y le habían tirado al mar". Lo probable.
Tampoco se sabía que los dirigentes de ETA militar Argala y Txomin, ya fallecidos, llegaron a consolar a Auzmendi por su pérdida y le expresaron su convicción de que habían sido polimilis rivales los que habían hecho desaparecer a Pertur.
El periodista Ander Landaburu, que trató de investigar el caso en el sur de Francia, recibió amenazas para que parase en sus pesquisas o se atuviese a las consecuencias. Previamente, el consejero del Gobierno Vasco en el exilio Mikel Isasi le había expresado su sospecha de que los Bereziak eran los autores del secuestro.
Antxon Etxebeste y Pakito han asegurado que ETA no tuvo nada que ver con la desaparición. Apala está en paradero desconocido.
Decía G. K. Chesterton: "Puedo creer lo imposible, pero no lo improbable". Usted, lector, como siempre, puede creer lo que quiera. Faltaría más.
Lourdes Auzmendi, en la Audiencia Nacional. Foto: Álvaro García.