Hace meses un dirigente del PP dijo que les faltaba piel y al poco tiempo se la arrancaron (políticamente) a él. Y eso que lo planteó en un vídeo promocional.
Mariano Rajoy ha hablado como un consejero delegado que explica a sus accionistas la fría cuenta de resultados, con cifras y sin la más mínima piel. Solo así puede entenderse que dijera que “la prima de riesgo ha dejado de ser un problema” o que “se ha superado la crisis sin que nadie haya quedado al borde del camino”. Con sus gafas de presidente no se divisan, por ejemplo, los miles de españoles que han tenido que emigrar.
Con esa perspectiva y esa memoria selectiva ha presentado a sus accionistas el logro de su lucha contra la corrupción, sin ser consciente de que los ciudadanos a los que debía dirigirse perciben como realidad incuestionable que hay varios casos muy graves abiertos y vinculados al PP. Y que hasta los fiscales conservadores, los más próximos al PP y mayoritarios en la carrera, denuncian abiertamente que el actual Gobierno legisla para dificultar la lucha contra la corrupción.
Rajoy ha hablado de la Oficina de Recuperación y Gestión de Activos como el gran mérito y la gran medida contra la corrupción, pese a que el viernes solo inauguró una oficina vacía, que está cerrada y que según prevé el decreto publicado el día siguiente no entrará en vigor hasta enero, porque aún no tiene ni funcionarios asignados. Para poder inaugurar el despacho vacío antes de la convocatoria electoral, el Gobierno pidió al Consejo de Estado que emitiera de manera urgente el informe preceptivo sobre el decreto que llegó a La Moncloa justo el día antes de visitar el escenario de su acto de campaña.
A sus accionistas les ha dicho Rajoy que ha gobernado con diálogo y hablando con todos, pero todas las leyes importantes han salido de las Cortes solo con el voto del PP. La reforma del Tribunal Constitucional, el Código Penal, la Ley de Enjuiciamiento Criminal, la ley de seguridad ciudadana, la ley de educación... todas han tenido el rechazo del resto de la Cámara. En cuatro años, Rajoy no ha llamado a ningún otro portavoz parlamentario, con la única excepción del socialista y en muy contadas ocasiones.
El presidente ha intentado hacer creer que él está dispuesto a debatir con quien sea y que si no acude a programas de televisión será porque su jefe de Gabinete y de campaña, Jorge Moragas, no le deja ir. Ha borrado de su cuenta de resultados de la legislatura que, según los datos oficiales del Congreso, en cuatro años ha eludido 105 peticiones de comparecencia presentadas por la oposición y no parece que eso fuera también culpa de Moragas.
Deja claro que se opondrá a cualquier reforma constitucional, aunque curiosamente cita como ejemplos de reformas razonables la de la sucesión a la Corona, la de la inclusión del nombre de las comunidades y la referencia a Europa, es decir, las mismas que Zapatero intentó en la anterior legislatura y que fueron aparcadas precisamente por la dura oposición de Rajoy.
Memoria selectiva.