Cuando la inteligencia es una amenaza en la pareja

Por: | 27 de septiembre de 2016

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¿Preferimos compartir nuestra vida sentimental con alguien más brillante socialmente que nosotros? Muchas mujeres parece que no tenemos demasiado problema en estar con una pareja más exitosa socialmente. Incluso, es un gran atractivo. Pero ¿y los hombres? Pues depende, depende de la seguridad en sí mismos que tengan. A algunos la inteligencia de una mujer les atrae y a otros les supone una amenaza aunque no lo reconozcan. En el primer grupo parece estar George Clooney, quien reconoce abiertamente que su esposa es más inteligente que él. O Juan Roig, presidente de Mercadona, quien dijo que pasó de ser un estudiante gris a un buen estudiante en la universidad gracias al talento de su futura pareja, Hortensia Herrero, a la que quería impresionar. Sin embargo, para otros la brillantez de la mujer es un peligro a la autoestima, como se observó en un curioso experimento de la psicóloga Lora Park y su equipo de la State University of New York en Buffalo.

Se pidió a un estudiante que hiciera un examen en matemáticas y en lenguaje. Cuando supo su nota, también conoció la que había obtenido una bella y atractiva compañera que estaba sentada en la mesa de al lado. Cuando él conseguía mejor resultado, se acercaba y comenzaba a mostrar interés romántico, es decir, “intentaba ligar” en términos de andar por casa. Sin embargo, “curiosamente” cuando su nota era inferior a la de su compañera, el pobre chico se mostraba poco interesado en ella e, incluso, llegaba a alejar su silla. Todo ello son reacciones no meditadas, porque el inconsciente protege la autoestima y esta también se refuerza en la comparación con el resto.

Tanto hombres como mujeres tenemos miedo a no sentirnos queridos, a que nos rechacen nuestras parejas o nuestro entorno. Para evitarlo, inconscientemente nos hemos construido un rol de lo que tenemos que ser: tengo que tener mucho éxito, he de ser muy guapa, muy buena madre o muy simpático. Cada cual tiene su propia “neura”, que se acentúa con el nivel de seguridad en uno mismo. Cuanto más inseguro sea un hombre, menos atracción sentirá por una mujer más brillante que él para formar pareja o más tenderá a bombardear sus éxitos con mil y unas excusas: minusvalorándolos, haciéndole sentir culpable o prefiriendo otro tipo de mujer para compartir su vida. Por eso, no es de extrañar que Sheryl Sandberg, directora de operaciones de Facebook y considerada una de las mujeres más poderosas del mundo, diga que una decisión crucial para una mujer que quiere ser directiva es saber escoger un marido que la apoye (por supuesto, esto también es viceversa).

¿Y qué hacer si sentimos que nuestra pareja tiene más éxito socialmente que nosotros? Lo primero de todo, las personas cambiamos. Uno a priori no sabe cuál va a ser el éxito que va a conseguir el otro. Por ello, si de repente el otro ha logrado un resultado extraordinario, hemos de comprender que la pareja es un equipo y mientras uno brilla en algo, el otro lo hace en otra cosa. Cuanto más cambie el término “yo” por “nosotros”, menos comparación existirá y más conseguirá reducir los conflictos internos, como demostró Rebecca Pinkus, psicóloga de la Universidad de Sydney.

Segundo, dentro la pareja no se ha de hacer constante automarketing de lo que se ha conseguido. Además de resultar aburrido, es poco práctico y un signo de falta de autoestima. No significa esconder los éxitos propios, sino poner en valor lo que el otro consigue… Además, tampoco hay darle demasiada importancia al éxito. Ya sabemos que es tremendamente pasajero.

Y tercero, rodearse de talento es un estímulo, como le ocurrió a Juan Roig. Por ello, si quieres tener éxito, busca personas que lo tengan, que sean ambiciosas y que trabajen para conseguirlo. No olvidemos: somos animales sociales, dependiendo de con quién estemos construiremos también nuestro carácter. Y una pareja es un gran estímulo y un gran reto para nosotros mismos.

Gracias a todos los comentarios por Twitter y por Facebook, que me han inspirado para este artículo.

 Fuente imagen: Pixabay.

Los cinco estilos de influencia: ¿Cuál es el tuyo?

Por: | 20 de septiembre de 2016

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Si eres de los que les gustaría mejorar tu capacidad de influencia en el grupo de amigos o en tu trabajo, existe una buena noticia: puedes hacerlo si conoces algunas claves. Un buen comienzo es saber cuáles son los estilos de influencia posibles, identificar en cuál te sientes más cómodo y cuál te cuesta una barbaridad. En la medida que lo sepas, tendrás más recursos para adaptarte a cada circunstancia y a cada persona que tengas enfrente. Veámoslos con detalle, tomando la clasificación de DLI:

  •  Estilo asertivo

Insistes para que tus ideas sean escuchadas y no tienes problemas para retar y cuestionar las ideas de los otros. Frases que puedes decir: “Hemos de tener esta conversación”, “estoy seguro de que este es el mejor camino”, “mi posición me otorga autoridad para…”.

Muchos jefes utilizan este estilo, pero no es necesario tener poder jerárquico para ello. El amigo provocador se encuadra dentro de este apartado. Es un estilo muy útil cuando tienes realmente poder formal, cuando hay una crisis o aprieta el tiempo. Sin embargo, cuidado en abusar de él si buscas colaboración o desarrollar el liderazgo en los otros. Las personas se acaban aburriendo de los “súper asertivos” y pueden llegar a boicotearlos.

  • Estilo racional

Para convencer a otros de tus ideas ofreces razonamientos lógicos y datos.  Tus frases podrían ser: “Nuestro análisis demuestra que…”, “la única solución lógica es…”, “los expertos creen”, “los números nos dicen…”. Los departamentos financieros o el mundo científico son buenos hábitats para este estilo de influencia. Entre nuestros amigos se identifica a quien le gusta estar a la última de lo que dicen las noticias, los estudios o el último informe sobre el cambio climático.

Es un estilo muy útil cuando se puede tener una discusión lógica o existen datos. Ahora bien, si hay conflictos emocionales, falta de credibilidad o de evidencias, no es un estilo que funcione.

  • Estilo conector

Tiendes puentes, escuchas activamente, comprendes la posición del otro y construyes coaliciones de beneficio mutuo. ¿Cuáles podrían ser los comentarios de un conector? “Creo que entiendo tu problema, ¿cómo puedo ayudarte”, “parece que tres de nosotros tenemos una agenda común, veamos cómo podemos juntos conseguirlo”, “me ocurrió lo mismo el año pasado, déjame explicarte cómo…”.

Como tiene altas dosis de empatía, es un estilo muy recomendable para conseguir colaboración o para abordar temas complejos con muchos puntos de vista. Sin embargo, no es el mejor si hay poco tiempo para tomar decisiones o si no hay un objetivo común.

  • Estilo negociador

Buscas compromisos y haces concesiones para alcanzar acuerdos que satisfagan tu interés principal. Frases típicas de un negociador: “Si tú haces esto, yo haría…”, “te apoyaré en la próxima reunión y cuando me toque mi turno, te pido que…”, “discutamos esto más tarde cuando todos estemos más calmados”.

Ponerse el sombrero de negociador es muy útil si no hay una respuesta correcta y existen divergencias de puntos de vista tanto en el mundo de los amigos, las empresas o las parejas (en el último caso, el asertivo te generaría algún que otro problema). Sin embargo, es complicado que funcione cuando no existen intereses comunes o cuando hay diferencias jerárquicas considerables.

  • Estilo inspirador

Defiendes tu posición y animas al resto para encontrar un propósito común ilusionante. Las frases que podrías utilizar son “Si supusiéramos que funciona, qué impacto tendría…”, “solo piensa qué resultado podría tener para el futuro si…”, “nunca he conocido nadie mejor para esto como tú…”. 

Utilizar el estilo inspirador requiere tocar emociones y funciona cuando hay intereses compartidos y se requiere energía y optimismo. Sin embargo, es mejor dejarlo aparcado si existe falta de confianza o hay relaciones adversas.

En definitiva, la influencia positiva es de las habilidades más anheladas tanto en nuestra vida personal como en la profesional. De hecho, es una de las básicas de los líderes, como explica Ramón Oliver“Todos podemos mejorar en nuestra capacidad de influencia si somos capaces de adaptar nuestro estilo a cada una de las circunstancias que nos enfrentemos”. Y la buena noticia es que podemos conseguirlo.

Si quieres mejorar tu memoria, haz trabajos con las manos

Por: | 13 de septiembre de 2016

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Imagínate que vas a una escuela de negocios de mucho prestigio a estudiar un máster en economía y uno de los profesores te dice que hay dos requisitos en sus clases: no puedes tomar apuntes y has de llevar agujas de tejer y un ovillo de lana. Motivo: mientras él va explicando la asignatura, tú has de tejer una bufanda. El primer día, te enseña a cómo hacerlo después de que, lógicamente, tú hayas superado el susto inicial… ¿Imposible? No, en absoluto. Eso es lo que vivió un amigo hace más de veinte años en la escuela de negocio de Kelloggs, al norte de Chicago, y según él es la asignatura de la que más recuerda su contenido. Podría pensarse que tejer una bufanda era una excentricidad del profesor, que realmente este docente era muy bueno, pero la neurociencia demuestra que existen además otras explicaciones. Veamos cuáles para poder aplicar en tu día a día.

Allá por los años 50 el neurocirujano Wilder Penfield comprobó que una de las tareas más complejas para nuestro cerebro y que implicaba más áreas del mismo era precisamente el movimiento del pulgar. Años después, la tecnología PET (tomogragía de emisión de protones) ha demostrado que cuando escribimos, tejemos una bufanda o montamos un mueble de IKEA, activamos varias zonas del cerebro distantes y no solo las relacionadas con el movimiento, sino también con las áreas visuales, auditivas… que ayuda a que recordemos y aprendamos mejor lo que estamos haciendo o escuchando. Por ello, no es de extrañar que fijemos mejor en la memoria aquello que escribimos a mano, que lo que tecleamos en el móvil o en un teclado, como explica Marta Romo, autora de Entrena tu cerebro. O que haya métodos de enseñanza, que incluyen amasar pan o moldear con cera para facilitar el aprendizaje en matemáticas, como promueven las escuelas Waldorf.

El vínculo movimientos corporales y memoria se ha estudiado en gestos aún más simples, como cuando cerramos los puños. Según un curioso estudio realizado por Ruth Propper de la Universidad de Montclair (New Jersey, EEUU), si apretamos el puño derecho durante al menos 90 segundos ayudamos a que nuestra memoria sea más eficiente. Y si apretamos el izquierdo mientras escuchamos o vemos algo, conseguimos recordarlo durante más tiempo (una matización: el experimento se hizo con diestros, por si no lo fueras). En este caso, se debe a la activación del lóbulo frontal, el director de orquesta de nuestro cerebro e implicado también en la memoria.

Por tanto, si quieres aprender algo nuevo, ¿qué puedes hacer? Tres claves:

  1. Escoge alguna actividad manual que te distraiga y que no te preocupe en exceso hacerlo bien o mal, como en el caso de los alumnos de Kelloggs de hace años. De hecho, cuando los estudiantes habían tejido una bufanda de tamaño considerable, el profesor les pedía que la deshicieran y la volvieran a tejer. Lo importante no es el resultado final, sino el proceso y el estado “neuronal” que se consigue para que seamos más permeables al aprendizaje.
  2. Al mismo tiempo, escucha lo que quieres recordar, como puede ser un audiolibro o una clase (lógicamente, si estás en clase el profesor no ha de verlo como una ofensa… y si no, explícale qué dice la neurociencia).
  3. Ten confianza y recuerda que tu cerebro es plástico, como hemos contado en alguna otra ocasión. Sabemos que las conexiones neuronales desaparecen con el tiempo pero se ha descubierto que también se crean otras nuevas. Eso significa que tienes una gran capacidad para aprender independientemente de la edad y algunos pequeños trucos ayudan.

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¿Por qué nos cuesta tanto colaborar?

Por: | 05 de septiembre de 2016

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Si pretendes negociar con una comunidad de vecinos, ya puedes armarte de paciencia. Pero no solo ocurre en esas situaciones, sino que se traslada al día a día de las empresas y, por supuesto, en la política. No sabemos colaborar porque no sabemos ceder. Preferimos tener la razón, salirnos con la nuestra aunque sea a costa de perjudicarnos también a nosotros mismos. Con tal de que el otro no gane, yo estoy dispuesto a perder. Así es nuestra cultura latina.

Preferimos defender nuestro orgullo que conseguir nuestros objetivos. Y eso nos hace inflexibles: la sensación de tener la razón nos alimenta por dentro y nos da fuerzas para no ceder ni el uno por ciento de nuestras intenciones. Todo esto es lo opuesto a lo que ocurre en otras culturas como la estadounidense, por ejemplo. El objetivo está por encima del orgullo. Si he de ceder para conseguir resultados en un porcentaje satisfactorio, lo hago encantado. Lo importante es que ganemos los dos y evitemos perder el tiempo y la energía en el proceso y para ello, necesitamos ir más allá del orgullo o de la estupidez, como diría Cipolla.

Carlo Cipolla publicó un libro sobre la estupidez humana. En él recogía cómo interaccionamos dos personas, pero que puede ampliarse a dos grupos humanos, ya sean departamentos de una empresa, grupos de vecinos o partidos políticos y que recogió en cuadrantes. Veamos cada uno de ellos:

- Inteligente: busca el beneficio propio y del otro. Este punto es el de la máxima colaboración. Asumo que no puedo ganar el 100 por ciento de todo, sobre todo si hay intereses contrapuestos, pero estoy dispuesto a ceder mientras que el otro también ceda. La inteligencia es por ambas partes. Si uno renuncia a su parte y el otro no da su brazo a torcer, es difícil una solución. Ejemplo típico: cuando dos personas prefieren ir a una mediación antes que ir a la guerra cada uno con su abogado.

- Bondadoso: estoy dispuesto a perder yo con tal de que tú ganes. Por cierto, Cipolla los llamó incautos, aunque quizá bondadoso tiene una connotación más amplia. No hay tantos por la vida, pero quizá se vea más en las familias. Un ejemplo se observa cuando la madre o la abuela se sacrifica por el bien del resto. Acepta ir a ese sitio aunque no le guste nada. También puede haber bondadosos en una negociación a largo plazo. Pienso que si me “inmolo” yo en esta ronda, la próxima lo harás tú. Pero, vamos, no hay tantos por el mundo.

- Malvado: gano yo a costa de ti. Aquí sobran los ejemplos. La gente que le gusta el poder pueden caer en esta actitud. Disfrutan con ganar hasta el último uno por ciento y se inventan mil y una estrategias para ello.

- Estúpidos: me perjudico a mí mismo con tal de que tú no ganes. Y aquí los hay de muchos tipos y colores. Son las personas que buscan tener la razón por encima de todo, rompen negociaciones aunque se perjudiquen, siempre tienen todos los argumentos a su favor. Y me temo que esta actitud campa por sus anchas en las empresas, en la política, incluso en los amigos y, por supuesto, en las comunidades de vecinos.

 ¿Y qué podemos hacer para tener una actitud más colaborativa? Pues simple: dejar aparcado el orgullo a un lado, ganar un poco más de empatía y orientarnos a los objetivos. Sí, de acuerdo, puedes tener la razón pero con ello no consigues ni el uno por ciento de lo que podrías obtener en una actitud más colaborativa. De algún modo, el objetivo es dar más prioridad al bien común que al propio, aunque implique ceder un poco y ser un poquito más flexible. Todas las personas podemos atravesar cualquiera de los cuadrantes anteriores en algún momento de nuestra vida, pero si montamos nuestra tienda de campaña en cualquier otro que no sea la inteligencia, caemos en la amargura, en el enfado (a veces incluso con nosotros mismos) y en las justificaciones vacías tipo: yo tengo razón. Así pues, pregúntate cuando te sientes a negociar con otro: ¿estás dispuesto a ceder en algo con tal de que los dos ganéis aunque sea tiempo y energía?

 

Cómo disfrutar de unas vacaciones muy felices

Por: | 25 de julio de 2016

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Ya ha llegado el gran día: ¡¡Estás de vacaciones!! Haces las maleta y te vas a ese lugar maravilloso que tanto deseabas. Sin embargo, pasa el tiempo y puede que no lo estés disfrutando como esperabas. O porque te cuesta desconectar del estrés del trabajo, o porque piensas que podrías tener un mejor plan o porque estás con la familia y las cosas no son tan idílicas como pensabas. De hecho, se calcula que más de la tercera parte de los divorcios en España se producen a la vuelta de las vacaciones. Y no solo ocurre en nuestro país, sino que incluso la Universidad de Stanford ofrece consejos para sobrevivir con éxito a unas vacaciones familiares

Así que no te preocupes si te machacas por no ser tannnn feliz como las imágenes que aparecen en Instagram de los famosos. A todos nos ocurre y ya sabemos: las vacaciones son maravillosas, nos las merecemos, las necesitamos y podemos disfrutarlas mejor si somos capaces de quedarnos con la parte amable. Para ello, veamos tres ideas de este laboratorio que han sido las más valoradas en la primera parte del año y que podemos aplicar a estos anhelados días.

  1. Para cambiar tu mundo, cambia tu conversación

 Las conversaciones con otras personas o con nosotros mismos nos definen.  Como veíamos en este artículo, nuestros pensamientos, emociones y palabras configuran nuestro mundo de realidades. Por eso, si estás pensando todo el tiempo: “menudo rollo”, conseguirás tener razón y ver que todo cuanto te rodea es realmente aburrido. Así que si quieres tener unas vacaciones más amables, di no a conversaciones agotadoras y ábrete a otras mucho más agradables.

  1. Cómo utilizar las circunstancias adversas a tu favor

Llegas a un hotel y no es lo que tú te esperabas. Desastre. Te enfadas y lo comparas además con los de al lado, que tienen una habitación con mejores vistas, por ejemplo. ¿Qué hay que hacer? Es el momento de utilizar las circunstancias adversas a nuestro favor, como se explica en el artículo. Ante un contratiempo, necesitamos reciclar las emociones negativas e identificar qué aprendizajes podemos extraer. Y cualquier ocasión es buena, aunque sea durante los días estivales.

  1. ¿Y si realmente pudieras? La fuerza de tu determinación

Y por último, la felicidad es más que una decisión, es una determinación. La mayor parte de las veces somos nosotros mismos nuestros principales boicoteadores, incluso, en auténticos paraísos. Así que en estas vacaciones ten la determinación de regalarte unos días bonitos estés donde estés; y eso pasa por desearlo sinceramente y por tener la convicción para ello, como se explica en el artículo.

Por último, ya solo me queda desearte una felicísimas vacaciones con conversaciones amables, con capacidad de reciclar los contratiempos y con la firme determinación de disfrutar cada instante.

Nos vemos a la vuelta del verano con más artículos y más sorpresas.

Gracias por estar ahí.

Fuente imagen: Pixabay

Laboratorio de Felicidad

Sobre el blog

En el laboratorio de la felicidad analizamos experiencias, recogemos investigaciones y aportamos claves para vivir de un modo más saludable y optimista. Ponemos un microscopio para entendernos un poco mejor a nosotros mismos en nuestra relaciones personales y profesionales y ofrecemos fórmulas prácticas para incrementar nuestras dosis de felicidad en el día a día.

Sobre la autora

Pilar Jericó

Pilar Jericó. Curiosa del ser humano, de las emociones y de las relaciones personales. Es socia de la consultora Be-Up, coach y doctora en organización de empresas. Escritora de ensayos y novela y conferenciante internacional desde 2001. www.pilarjerico.com.

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