Estados Unidos vuelve a ser el Gran Satán. El deshielo habrá durado apenas un año, si se cuenta desde el levantamiento de las sanciones en enero de 2016, y algo más si se parte de la firma del Acuerdo Nuclear, en julio de 2015, entre Irán y las cinco potencias, Estados Unidos, Rusia, Alemania, Reino Unido y Francia, además de la Unión Europea.
La República Islámica de Irán ha abandonado su programa de enriquecimiento de uranio, que podía darle acceso en muy poco tiempo al arma nuclear, y la comunidad internacional ha desbloqueado a cambio hasta 100.000 millones de dólares en depósitos y cuentas petrolíferas pendientes, que han proporcionado un alivio enorme a la empobrecida economía iraní.
A partir del 20 de enero, este intervalo puede convertirse en un paréntesis, si atendemos a las ideas del presidente electo, que considera el Acuerdo Nuclear “una estupidez”, quiere negociarlo entero de nuevo y considera a la República Islámica de Irán como su enemigo estratégico en Oriente Próximo, sobre todo una vez haya liquidado rápidamente al Estado Islámico, tal como propugna en su programa.