I. El consejo. Steve Albini no es un tipo a quien le guste generalizar, sino que es muy puntilloso en cada una de sus observaciones. Por ello, sorprende tanto una sentencia que lanzó al tiempo en que acariciábamos las porosas paredes de adobe de su estudio de grabación: "Todo el mundo que conozco en Louisville, Kentucky, es buena persona". Este lugar, fuera de nuestros planes iniciales, encajaba a la perfección en los caminos de improvisación por los que queríamos conducir nuestro viaje, de modo que nos dirijimos hacia la ciudad, donde vivimos un episodio surrealista en cinco pasos, algo que nos permitió conocer buena gente y un coqueto sello discográfico.
II. La ciudad. Louisville es célebre en Estados Unidos por diversas razones. En primer lugar, porque alberga el barrio victoriano más extenso del país. Segundo, porque tiene el bate de béisbol más grande del mundo, con 37 metros. Efectivamente, en este país se impone el king size. Además, hay una calle enorme que se llama Bardstown Road y en la que nunca dejan de cantar los pájaros, lo que quizás sirva para hacerse una idea de la gran tradición musical de esta modesta ciudad, que ha visto nacer a bandas como Rachel's y My Morning Jacket, y músicos como Will Oldham (Bonnie Prince Billy, Palace Brothers) o David Pajo (Slint).
III. Las tiendas de discos. Una vez en la ciudad decidimos acudir directamente a las dos principales tiendas de discos. Estos comercios en Estados Unidos nos son simplemente lugares donde se mercadea con el sonido, sino que allí se realizan abundantes conciertos, la gente acude a hablar de música y los dependientes son verdaderas enciclopedias con curiosos uniformes. Allí preguntamos qué se estaba cociendo en la ciudad durante estos días, de modo que nos enteramos de un concierto de Tara Jane O'Neil, antigua vecina de Louisville que ofreció una auténtica exhibición guitarrera. Además, en una de las tiendas, el encargado nos facilitó el correo electrónico del sello discográfico más importante del lugar, que se llama Karate Body Records. Mientras abandonábamos la tienda sonaba el recién estrenado álbum de un grupo local, bastante inquietante, experimental, psicodélico y setentero, de nombre Phantom no sé qué, según nos dijo el propio encargado.