Una de las grandes experiencias visuales de este viaje fue llegar al estado de Texas en la noche e ir dejando atrás infinidad de refinerías petrolíferas profusamente iluminadas, como si fueran el 'skyline' de ciudades imaginarias. Unas visiones alucinadas propias de Calvino: "Por eso, dos clases de religiones se dan en Isaura. Los dioses de la ciudad, según algunos, habitan en las profundidades, en el lago negro que alimenta las venas subterráneas. Según otros, los dioses habitan en los cubos que suben colgados de la cuerda cuando asoman en el brocal de los pozos..."
Sin embargo, durante las mañanas, el paisaje texano es bien diferente. Conforme uno se adentra en este gigantesco estado (es el segundo más grande del país, por detrás de Alaska, y su superficie es superior a la de España), el entorno se deshoja y pierde todo vestigio de presencia humana. Es un paisaje que se bate en retirada.
Una mañana de domingo, al suroeste de Texas, donde la aridez cobraba tintes sobrecogedores, nos enteramos de que en la localidad de Sanderson se celebraba un concurso de tiro, por lo que nos dirijimos hacia allí con ánimo folclórico y sin saber muy bien lo que nos esperaba. Sanderson es un lugar fronterizo y diminuto, en el que habitan unas 850 almas, y es uno de los escenarios en los que arranca 'No es país para viejos', la escalofriante novela de Cormac McCarthy, lo cual ya impone suficiente respeto.