Ojo de halcón

Sobre el blog

Un ojo de halcón para mirar al tenis, compartir historias y hablar sobre un deporte que de enero a diciembre inunda la libreta de héroes, villanos, partidos y detalles.

Sobre el autor

Juan José Mateo

es master en periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid / El País, redactor de la sección de deportes y cubre los Grand Slam.

Eskup

Corazones rotos

Por: | 28 de mayo de 2014

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Cuando Caroline Wozniacki, exnúmero uno mundial, hoy número 14, se despide en la ronda inaugural de Roland Garros por primera vez desde 2007, el año de su debut, explica abiertamente lo que le pasa. La danesa, a la que el golfista Rory McIlroy dejó plantada la semana pasada, cuando ya habían mandado las invitaciones para la boda, habla con sinceridad de sus sentimientos y levanta la única barrera de pedirles a los periodistas que en la medida de lo posible le pregunten solo por su derrota.

“Ha sido un shock”, dice sobre la ruptura. “Nadie está preparado para algo así. Intenté concentrarme en lo que tenía que hacer pero… hay que seguir adelante, hay que seguir”

En su modalidad principal, el tenis es un deporte individual. No hay compañeros en los que apoyarse, colegas con los que repartirse la responsabilidad sobre la cancha. Las cuitas personales tienen efectos inmediatos en los asuntos profesionales. Y París sabe mucho de eso.

Aquí, en 2011, lloró Razzano sobre la pista la muerte de su pareja, el crespón negro bien visible en el vestido mientras se dejaba hasta la última gota de sudor sobre el albero. Aquí, en 2013, lloró en público Novak Djokovic la muerte de Jelena Gencic, la mujer que se lo enseñó todo sobre la raqueta. Aquí juega ahora Andy Murray rodeado de nubes negras, todavía afectado por el fallecimiento de la extenista Elena Baltacha, víctima de un cáncer hace menos de un mes. Aquí nadie tiene dónde esconderse, un compañero con el que compartir en el terreno de juego los sinsabores, todos pelean en soledad, acompañados por sus dolores, perseguidos por sus fantasmas. Entonces, esos jugadores que como Wozniacki pisan la pista con el corazón roto, se dicen: “Hay que seguir adelante, hay que seguir”.

El País

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