Ya lo avisamos: es tiempo de autobiografías musicales. Han coincidido dos trabajos apetitosos, editados por la barcelonesa Malpaso. El uno viene firmado por ese icono contracultural que, una vez, alardeó de no leer libros, quién sabe si por provocar: hablo de Memorias de Neil Young/El sueño de un hippie. Muy grato de leer, por cierto.
El otro viene facturado por el más literario de los rockeros (al menos, el más veterano en explorar las posibilidades de la escritura para explicarse, aparte de su larga temporada como empleado de Faber & Faber). Me refiero a Who I am/Memorias, de Pete Townshend. Por cierto, sabemos que es un señor que sufre pero no estoy seguro de que procediera crear una envoltura de devocionario...y que se hayan zampado el muy completo índice que venía en el original.
A la Feria del Libro, ay, no ha llegado la Autobiography más esperada: la de Morrissey. Dentro del negocio editorial, el runrún sugiere que son altísimos los derechos para traducirlo al español: el gesto populista –se editó en paperback, sin pasar por la pasta dura- parece que era exclusivo para el público anglófono.
Me maravilla la pasión que todavía despiertan los Smiths (1983-1987). Podríamos argüir que ellos ocuparon la posición central en el rock británico anteriormente reservada a The Jam o The Clash. Con una importante diferencia: en vida, The Smiths no alcanzaron grandes éxitos ni consiguieron ventas millonarias, indicadores nada despreciables de impacto social.
Con todo, los Smiths lograron un milagro de alquimia. Refundiendo hallazgos de los sesenta y setenta en el formato de trío instrumental, adaptaron su música a las peculiaridades vocales de Morrissey. Y este, hermoso diablo, redefinió la sexualidad del rock, aunque esta quedara entre las brumas del “cuarto sexo” y su improbable celibato. Le respaldaban las letras, astutamente ambiguas (según Elvis Costello, Morrisey era un as a la hora de titular una canción, pero se olvidaba de desarrollar una melodía a su altura).