Planeta Prohibido

Sobre el blog

Un poquito de ciencia impertinente. 2.000 caracteres para divertirse y aprender tomando como hilo conductor los fascinantes hallazgos de la ciencia. Pero además hay atrevimiento. Especulación. La ciencia que tiene sentido del humor. La versión siglo 21 de Robby el robot, el autómata más famoso de la ciencia ficción,El Planeta Prohibido, que era incapaz de herir a los humanos. Nuestro Robby rescata en sus brazos mecánicos a la chica, pero a veces tiene más mala leche queTerminator. En El Planeta Prohibido (PB), una civilización extraterrestre llamada Krell es un millón de veces más avanzada que la humanidad, pero se extinguió en un solo día. Es celuloide, ciencia ficción, claro, pero quizá el conocimiento no baste para salvarnos. Y sin embargo, ¿tenemos algo mejor?

Sobre el autor

(Madrid, 1963) (Madrid, 1963) es periodista y escritor, se licenció en ciencias biológicas y es Master de Periodismo de Investigación por la Universidad Complutense. Autor de cuatro novelas (La Sombra del Chamán, Kraken, Proyecto Lázaro y Los Hijos del Cielo), le encanta mezclar la ciencia con el suspense, el thriller y la historia, en cócteles prohibidos. Fue coguionista de la serie científica de RTVE 2.Mil, ha colaborado para la BBC, escrito para Scientific American y New Scientist, Muy Interesante, y fue jefe de ciencia de La Razón. En El País Semanal se asoma al mundo de la ciencia. Luis habla también en RNE, en el programa A Hombros de Gigantes, sobre ciencia y cine.

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La verdadera Costa de los Mosquitos

Por: | 13 de mayo de 2014

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                          Harrison Ford charla con uno de los miembros del rodaje. Warner Bros.

 

Todavía quedan lugares inexplorados en la Tierra, y uno de ellos está retratado de forma magnífica en la película La Costa de los Mosquitos, del australiano Peter Weir (basada a su vez en una novela de Paul Theroux). 

Me refiero a Mosquitia, en la costa más oriental de Honduras, frente al Caribe: una región selvática que en su mayoría aún no ha sido hollada por el hombre. Mosquitia es la tierra prometida o Shangri-la que obsesiona a Allie Fox, el brillante inventor americano interpretado por Harrison Ford.

Ford está harto del consumismo de la sociedad norteamericana. Es una persona brillante cuyas invenciones no encuentran el reconocimiento en un sistema basado en la televisión masiva que promete felicidad a cambio de comprar y comprar. 

Estamos en 1986 (a tres años de la inesperada caída del Muro de Berlín) y los norteamericanos empiezan poco a poco a olvidar el peligro de una confrontación nuclear con la Unión Soviética

Pese a ello, Ford piensa que su sociedad terminará siendo irremediablemente consumida por las cenizas nucleares (un miedo común por entonces). 

Decide, tras un interesante encuentro con trabajadores inmigrantes, que Mosquitia es el paraíso al que llevar los logros tecnológicos –entre ellos, el frío: una máquina que produce hielo a cambio de fuego. “El hielo es la civilización”, sentencia. 

 

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                                       Ford, en una escena de la película. Warner Bros.

 

Ford quiere subyugar a los indígenas con la ciencia. Y en el transcurso de la película, junto con su mujer (interpretada por la excelente Helen Mirren) y sus hijos (entre los que se encuentra un jovencísimo River Phoenix), el inventor se topará con un enemigo mucho más temible que los mosquitos y la propia selva: la colonización religiosa de las mentes locales, llevada a cabo de la mano implacable de un predicador anticomunista e intolerante.

Planeta Prohibido decidió aceptar la amable invitación cursada por el Instituto Hondureño de Turismo y la Agencia de Promoción Turística de Centroamérica para acercarse a Honduras

La Mosquitia no estaba en nuestros planes, ya que nuestra visita iba a ser breve (aunque intensa). Recorrimos el Parque Nacional Pico Bonito, en la parte más occidental del país, empapándonos de una selva donde se contabilizaban más de 400 especies de aves. 

Buceamos en las aguas de Cayos Cochinos, apreciando la hospitalidad de los indígenas del lugar, los Garífonas.

 

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                                Pescadores en Cayos Cochinos. Foto: LM Ariza

 

Y disfrutamos de las aguas termales de Sambo Creek, en un santuario selvático donde se podían escuchar los monos aulladores en la lejanía: un arroyo de aguas calientes de origen volcánico que se abre paso en medio de la jungla.

Con el mapa en la mano, le pregunté a nuestro guía, David Garden, un hondureño nacido en La Ceiba, sobre Mosquitia

Esta selva quedaba apartada del turismo. “El 95 por ciento está inexplorado”, nos dijo. 

Aunque sobre ese mapa aparecían símbolos de aeropuertos, lo cierto es que la Mosquitia ofrece muy pocos lugares donde lograr aterrizar una avioneta. 

Su nombre real es el Departamento de Gracias a Dios. Garden cuenta que lo poco que se conoce de Mosquitia ha rendido numerosas plantas medicinales. Y añade que en la selva donde nos encontrábamos es muy parecida a la de esa región inexplorada.

Si quisiéramos emprender la misma aventura que Ford, tendríamos que elegir la época seca, ya que las lluvias y las crecidas pueden hacer que un campamento improvisado en la selva se lo lleve el río en unas horas. 

 

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                                     La selva de Sambo Creek. Foto. L.M. Ariza

 

Pero lo cierto es que los riesgos de la selva se han exagerado en las películas y en la literatura. En Mosquitia hay mosquitos, no cabe duda, pero no son los mosquitos los protagonistas, ni los que devorarán a cualquier hombre blanco que se atreva a poner sus pies allí.

Sobre esta región de la selva se ha extendido una leyenda, la de la Ciudad Blanca o Ciudad Dorada, una supuesta construcción de una cultura milenaria oculta bajo las copas y el inmenso dosel que no deja apenas entrar luz en algunas zonas. 

Garden nos dice que los indígenas de Mosquitia no quieren oír hablar de ello, y que los ancianos del lugar sí conocen la ubicación de esta fabulosa ciudad por boca de sus antepasados, pero que no quieren revelar los datos geográficos de este lugar sagrado. 

Nos relata que un equipo de la BBC estuvo en Mosquitia más de dos meses tratando de encontrar este El Dorado, y que estuvieron a punto de hacerlo. Habla de piedras sumergidas en los ríos que tienen inscritas numerosos glifos antiguos.

Y, por iniciativa del propio gobierno hondureño, un equipo de expertos de la Universidad de Houston de EE UU llevaron a cabo el análisis de una parte de Mosquitia desde el aire, utilizando un radar especial, LIDAR, capaz en principio de ver a través de las copas y el dosel selvático.

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      Elevación topográfica creada por el radar LIDAR, donde se aprecian las estructuras ocultas por la selva. UTL/Houston

 

El aparato, instalado en una avioneta, lanza pulsos de láser para realizar un mapa en tres dimensiones –disparando entre 25 y 50 veces por cada metro cuadrado de selva, lo que implica unos 100.000 disparos por segundo. 

William Carter, un ingeniero y cinematógrafo que participó en el proyecto, aseguró al diario Daily Mail que había descubierto indicios de lo que “podría ser estructuras levantadas por el hombre en medio de la selva”, en base a unas líneas y ángulos rectos que aparecen en el mapa digital.

Pero es todo muy borroso e inconcluso. La idea de una ciudad perdida en plena jungla es tan atractiva como peligrosa. En demasiadas ocasiones los medios, incluidos aquellos especializados en ciencia, se lanzan a tildar historias como ésta de “hallazgos” en base a simples impresiones y especulaciones cuando, en realidad no hay ningún indicio.

No dudo que Mosquitia guarde innumerables misterios, pero mi impresión es que se trata de un tesoro de prodigios biológicos, de nuevas especies en esta zona casi virgen. Y que las estructuras a las que se refieren los más ancianos del lugar no sean sino una invención transmitida oralmente a lo largo del tiempo para que el hombre blanco no profane los lugares sagrados que deben ser respetados.

 

El País

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