Muchas veces, ante situaciones complicadas que conllevan un futuro incierto, como tener un hijo con una discapacidad, te recomiendan que vivas el momento y no pienses en el futuro, la famosa teoría del “Carpe Diem”, recordándote que cada día tiene su afán y que pensar en el futuro no va a traerte nada bueno.
Al principio de la enfermedad de mi hijo he de reconocer que esta teoría me ayudó: hacía que no le diera muchas vueltas a la cabeza y que me preocupara sólo por el presente. Según iba pasando el tiempo, empecé a enfrentarme conmigo mismo, pues toda mi vida me habían enseñado que había que trabajar pensando en el futuro y no estaba haciéndolo. Digamos que el futuro lo había aparcado en el cajón del olvido.