Sobre el autor

Jesús Ceberio

es periodista, ha sido corresponsal en el País Vasco (1975-78), en México (1980-85)
y director de EL PAÍS (1993-2006).

Sobre el blog

Punto de Vista es una aproximación crítica a la campaña electoral en tiempos de desesperanza y desafección a los políticos.

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Campo de distorsión de la realidad

Por: Jesús Ceberio | 04 nov 2011

Steve Jobs / Foto: APWalter Isaacson dedica muchas páginas de su voluminosa biografía de Steve Jobs a describir el campo de distorsión de la realidad que el fallecido fundador de Apple producía en su entorno. El término lo había importado su ingeniero Bud Tribble de la serie televisiva Star Trek, donde los alienígenas eran capaces de crear mundos a su medida con el exclusivo poder de la mente. “En su presencia”, decía Tribble sobre Jobs, “la realidad es algo maleable. Puede convencer a cualquiera prácticamente de cualquier cosa. El efecto se desvanece cuando no está, pero es peligroso quedar atrapado en su campo de distorsión”. Algunos analistas norteamericanos atribuyeron años más tarde a Clinton este poder que se fundamenta sobre una combinación de carisma, descaro, voluntad indomable, fe ilimitada en uno mismo y aparente ternura.

Para encontrar un fenómeno de estas características en la política española habría que remontarse al referéndum de la OTAN de 1986, cuando Felipe González convenció a un país antiatlantista de que votara a favor. Aznar lo intentaría en 2003 con la guerra de Irak y sólo consiguió la enemiga de una inmensa mayoría. A falta de líderes dotados de esta singular y a veces peligrosa capacidad, son los partidos los que vuelcan su costosa maquinaria –por cierto, nadie habla de la financiación pública de los partidos en sus planes de austeridad— para distorsionar la realidad a medida y crear un mundo binario, donde el otro simboliza toda suerte de desastres y uno tiene todas las soluciones.

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Malas noticias para Rubalcaba

Por: Jesús Ceberio | 04 nov 2011

Foto: Andrea Comas (Reuters)La campaña electoral arranca con las rutinas habituales mientras todos los ojos estaban pendientes de Cannes. De las decisiones que adopte el G-20, con la presencia de un Zapatero cada vez más ensimismado, depende si tenemos o no alguna posibilidad de escapar a una nueva recesión que dispararía aún más el paro y colocaría al país en situación de bancarrota. El solo anuncio de Papandreu de convocar un referéndum, que este jueves parecía descartado, ha provocado un shock que tal vez active los mecanismos para evitar el abismo. Pero no deja de ser ilustrativo de la confusión reinante que esta Europa para la que Lula reclamaba recientemente el reconocimiento como patrimonio democrático de la humanidad se rasgue las vestiduras ante la iniciativa de uno de sus gobernantes de consultar a los ciudadanos. Un signo más de la doble vara de medir: Alemania somete, como es lógico, cualquier acuerdo al visado del Bundestag mientras Merkel abronca a su homólogo griego por preguntar a los electores.

Es desde una perspectiva de crisis global como habría que ponderar la campaña. Sostiene Rajoy que la política errática de Zapatero ha contribuido a profundizar en nuestro país los efectos devastadores de la crisis. Muchos ciudadanos han comprado la mercancía, a tenor de unas encuestas que le otorgan una ventaja de al menos 15 puntos y le auguran una mayoría absoluta que superaría el techo de Aznar. Para mantener ese horizonte ha diseñado un país virtual en el que combina el mantenimiento del Estado de bienestar (poder adquisitivo de las pensiones, cesta básica y común de la sanidad universal, educación pública) con bajadas de impuestos al capital, autónomos y pymes, compradores de viviendas, familias numerosas, etc. Ni un solo dato sobre la cuenta de pérdidas y ganancias en el balance del Tesoro. Están lejos los tiempos en los que se apuntó, en un insólito arranque de coraje, al programa de ajustes de Cameron, que incluía el despido de varios cientos de miles de funcionarios, y que costó al líder conservador británico la mayoría absoluta que le anticipaban los sondeos. Lección aprendida: nada de malas noticias antes de ir a las urnas.

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