Vaya por delante una advertencia: aquellos a los que no les guste que la sangre salpique sus palomitas, que se alejen de Banshee. Este es territorio plagado de violencia y sexo gratuitos. Sus guionistas parecen tener libertad para hacer cualquier cosa, por loca que parezca. Todo puede encajar. Ahora está en su última temporada, la cuarta (en España, en Canal + Series), con una historia —también muy loca, no nos iba a defraudar— que combina asesinatos en serie por parte de unos tipos la mar de perturbados, un grupo de nazis haciendo cosas de nazis, policías que tratan de respetar los límites de la ley aunque no siempre lo consiguen (o no siempre quieren), y un puñado de personajes a cada cual más malo y/o atormentado. Como ese Hood que protagoniza esta historia y que ha pasado de suplantador del sheriff del pueblo a ermitaño. Lo mejor de cada casa. Y todos reunidos en un pueblo que no aparenta tener más de 1.000 habitantes, tirando por lo alto. Un lugar en el que, para más inri, todas ellas, oh casualidad, tienen cuerpos 10 (entre los hombres hay un poco de todo) pero, eso sí, reparten leña igual que ellos.