A priori, un paseo por la orilla del mar suena placentero, relajante. Si las aguas son cristalinas y la arena, clara, la imagen paradisiaca se instala en el cerebro, que rápidamente añade complementos a la escena: unas gafas de sol, una bebida refrescante, un biquini. Pero, a pesar del marco inmejorable, no había trajes de baño en el trayecto que los ruteros realizaron desde El Cuyo hasta Las Coloradas la noche del viernes al sábado. Recorrieron 14 kilómetros luchando contra la humedad asfixiante y realizaron la mitad del camino a oscuras. La playa, reserva natural conocida como el santuario de las tortugas, abarca de 64 kilómetros. El objetivo era ver algún ejemplar de esta especie.