Javier Sampedro, el primer thriller farmacéutico
Aunque la noticia no ha trascendido aún a la opinión pública, los científicos que han examinado el tema tienen ya pocas dudas, o ninguna, de que la Academia sueca cometió dos graves errores al conceder los premios Nobel de Medicina de 1952 y 2011. Casi 60 años los separan, pero persisten tanto el modus operandi --ignorar al descubridor para premiar a su jefe-- como el móvil del crimen: ambos errores afectan a cuestiones vitales no solo para la ciencia, sino también para la industria. Le tengo dicho que siga siempre la pista del dinero, Watson.
El último Nobel de Medicina recayó en el inmunólogo francés Jules Hoffmann y otros dos colegas por descubrir cómo funciona la inmunidad innata, una primera línea de defensa contra virus, bacterias, hongos y gusanos de cualquier clase que dispara antes y hace muchas menos preguntas que la exquisitamente selectiva inmunidad adaptativa, o lo que solemos entender por sistema inmune.
La Academia acreditó a Hoffmann, antiguo presidente de la Academia Francesa de Ciencias, por descubrir el sistema utilizando la poderosa genética de la mosca Drosophila, lo que permitió extrapolarlo a nuestra especie y abrir la investigación de un tipo radicalmente nuevo de agentes antimicrobianos. La nueva penicilina del doctor Hoffmann sería un buen titular.
Solo que no es del doctor Hoffmann.