Primer Aviso

Sobre el blog

El mundo de los toros visto por los periodistas de EL PAÍS. Rigor, exigencia y sensibilidad para analizar un arte que vive uno de los momentos más complejos de su historia.

Sobre los autores

Antonio Lorca es crítico taurino en El País. Amante del toro en el campo, en la plaza y en el plato. Hijo del Capitán Trueno, venera a los héroes de carne y hueso ya vistan de oro o plata, vayan a pie o a caballo. Por favor, no le digáis a mi madre que soy periodista; ella, orgullosa de mí, cree que soy banderillero...

Rosa Jiménez Cano. Periodista de EL PAíS especializada en Tecnología, aficionada a los toros desde su niñez. Como cualquier abonado de Las Ventas reparte su corazón entre Chenel, Esplá y los hierros más duros. Se derrite cuando a Morante le da por torear.

Quino Petit es periodista de EL PAÍS. Desde 2006 escribe reportajes en El País Semanal. Durante la adolescencia sufrió un shock leyendo la biografía de Chaves Nogales sobre Juan Belmonte y persiguió a Curro Romero y a Rafael de Paula hasta que ambos se cortaron la coleta. Desde entonces no persigue a nadie. Tampoco ha vuelto a ver torear tan despacio.

Paz Domingo, periodista de El País y admiradora de la portentosa belleza que atesora el toro de lidia, cuando se da con toda la integridad física y temperamental, con la fuerza descomunal que representa su genio, acometividad, defensa, y resistencia al sometimiento.

La inolvidable Feria de Abril

Por: | 14 de mayo de 2014

La Feria de Abril de 2014 será inolvidable. No hay la menor duda; por las despectivas alusiones a las figuras del empresario Eduardo Canorea en aquella famosa comida de noviembre; por la airada respuesta de los 'cinco grandes', negándose a actuar mientras dirija el negocio la actual empresa; por los deficientes carteles, carentes de imaginación; por la contundente respuesta de la afición, que les ha dado la espalda; por el fracaso ganadero; porque no ha habido un triunfo contundente entre los toreros, y, sobre todo, porque la fiesta de los toros, tan demacrada y con tantos achaques, ha sufrido un embestida impetuosa y descompuesta de los suyos, quienes debieran cuidarla y protegerla de los ataques externos, que no son pocos. Tanto es así, que, tras la feria sevillana, la tauromaquia está un poco más sola, con menos pulso, con semblante entristecido.

La imagen de los tendidos de la Maestranza vacíos tarde tras tarde ha sido una puntilla mortífera para el prestigio de este espectáculo. La empresa Pagés arriesgó por un lema -'una apuesta por el futuro'- que ha sido un rotundo fracaso. Los abonados, primero, y los espectadores, después, dijeron no, que prefieren lo malo conocido que lo bueno por conocer, y decidieron quedarse en la caseta del real.

Y ahora, qué. Si preocupante ha sido el curso de la feria, más, mucho más, puede ser el futuro. ¿Persistirán El Juli, Morante, Manzanares, Talavante y Perera en su decisión de no pisar la Maestranza mientras continue la familia Pagés? ¿Conseguirán que se marche la empresa de la plaza? ¿Moverá alguna ficha la Real Maestranza de Caballería, propietaria del coso? ¿Será posible una negociación entre la dos partes en litigio? Y si no hablan y los maestrantes respetan el contrato con la empresa Pagés, ¿es posible que los toreros no vuelvan nunca más a Sevilla? Y si así ocurriera, ¿cómo reaccionaría la afición?

La cuestión es peliaguda, y más grave de lo pudiera parecer.

De momento, el cliente ha decidido dar la espalda al conflicto e invertir el dinero de la entrada en manzanilla. Pero, cuidado, porque esa elección puede encerrar otras lecturas más peligrosas. Es verdad, por un lado, que la crisis económica es una aplastante realidad y los festejos taurinos siguen siendo un espectáculo caro al alcance de unos pocos. Pero el verdadero problema será que muchos aficionados utilicen -muchos ya lo han hecho- el enfrentamiento como excusa para huir definitivamente de la plaza, cansados y desilusionados por el rumbo anodino que ha tomado la fiesta y los nuevos usos sociales.

Y esos nuevos usos no solo están enlazados con la relación, cada vez más cercana y estrecha, que todos mantenemos con los animales, sino con la creciente destaurinización de la sociedad española. Además, ser aficionado en Sevilla está dejando de ser un signo de distinción, al igual que ha perdido caché y valía la propiedad de un abono. (Hasta hace pocos años, ser abonado de la Maestranza era un tesoro familiar cuya herencia constaba en testamento, y un símbolo de prestigio sevillano. Ahora, no).

Los toreros y la empresa parecen haber olvidado que la consistencia de la fiesta de los toros está cogida  con alfileres, y padece con inusitado desgaste cualquier ataque. Unos y otros parecen olvidar, además, que el aficionado está cansado de aburrimiento, y que aquel que decide decir adiós, no vuelve.

Lo extraño, después de todo, es que nadie haya dado aún la voz de alarma; que después del fiasco sevillano, el mundo del toro permanezca impasible, como si nada hubiera sucedido. Y esta puede ser la antesala de una situación irreversible para la fiesta. He aquí el verdadero problema.

A pesar de todo, hubo toros, toreros y poco público; algunos momentos para el recuerdo y muchos para olvidar. Los de luces cortaron seis orejas -una cada uno Padilla, Joselito Adame, David Mora, Javier Jiménez, Esaú Fernández y Antonio Ferrera-, y ocho los rejoneadores -Diego Ventura, cinco; dos, Andrés Romero, y una, Rui Fernandes. Muchos toros potables, algunos de los cuales se llevaron las orejas al otro mundo, y dos sobresalientes: 'Disparate', de Victorino Martín, al que toreó con primor Ferrera, lo que le ha grangeado numerosos premios, y 'Niñito', triunfador de la feria, de la ganadería del Pilar, con el que destacó David Mora.

El tercio de varas fue un simulacro toda la feria, y hubo subalternos de a pie que destacaron con el capote y las garapullos; tal fue el caso de Javier Ambel, José Chacón, Vicente Herrera, David Adalid, Fernando Sánchez, Marcos Galán, Miguel Martín, Abraham Neiro, y otros que no saludaron al respetable, pero dejaron constancia de su torería.

El joven David Galván se la jugó con un manso de Fuente Ymbro y sufrió una cornada que le ha impedido hacer el paseíllo en Madrid.

Y se acabó. La Maestranza cerró sus puertas. Nada se sabe ni se sabrá sobre las cuentas de la feria, pero es lógica la sospecha de que si salen los números será porque hayan disminuido sensiblemente los emolumentos de los toreros. Y, con toda seguridad, ha perdido la propiedad, que recibe una parte de los ingresos en taquilla.

Nadie sabe qué pasará a partir de ahora. Pero la ausencia de noticias será la peor noticia para la fiesta. Ojalá alguien sufra un ataque de cordura y alerte del peligro.

El País

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