Cristóbal Suárez Guerrero es profesor de la Universitat de València. Aunque nacido en Perú, buena parte de su desarrollo profesional lo ha llevado a cabo en nuestro país, doctorándose en Educación en la Universidad de Salamanca. Bloguero impenintente, ha publicado también libros muy interesantes, especialmente en el ámbito del aprendizaje cooperativo.
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¿Qué importancia tiene para nuestras vidas que la palabra esté escrita o que la palabra sea sólo hablada? En un clásico y apasionante libro, "La lógica de la escritura y la organización de la sociedad" así como en buena parte de sus trabajos, Jack Goody se entrega a la titánica tarea de desvelar los efectos en la organización social de las sociedades con y sin escritura. Cuando la “palabra de Dios”, por ejemplo en el caso de la religión, pasó de ser pronunciada a ser escrita, la palabra cifró la creencia, esto es, la escritura le impregnó unos límites y creó el dogma. No se trató sólo del hecho anecdótico de pasar de lo verbal a lo escrito, sino que este giro instrumental promovió una serie de cambios en la forma de representar la noción de verdad revelada, en la forma de pensar lo sagrado, en el comportamiento a seguir por los creyentes y, cómo no, en la forma de organización, en las iglesias. La escritura contribuyó a que no todo fuese igual desde entonces.
Se dice contribuyó porque no se trata de ver el impacto de la escritura como única causa de una serie de cambios sociales. Una tecnología, bajo ciertas circunstancias concretas y en confluencia con otros aspectos, puede ser más eficaz que otras. Otro invento, la imprenta de tipos móviles, coparticipó en otra serie de cambios en la forma de acceder y representar la religión en el siglo XV con fuertes cambios hasta hoy… pero esto es otra materia.
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Internet goza hoy de nuestra atención porque nos resulta eficaz para muchas cosas. Al ser eficaz, estimula una serie de prácticas que se refleja en cambios en muchos aspectos de la vida, véase, por ejemplo, el lenguaje, la política, el consumo, el negocio, el trabajo, la música o el juego. Como en estos ámbitos sociales, es complicado hablar hoy en día de la educación sin mencionar Internet, incluso es más visible aún cuando se le echa en falta en sociedades donde hay baja penetración de esta herramienta. Pero con toda la preponderancia que pueda tener, Internet no es una tecnología monocausal en los cambios que puede experimentar la educación, y para ser significativa al aprendizaje hay que pensarla con otras variables. Una de ellas es la variable pedagógica.
Ya que Internet –al igual que otras tecnologías- contribuye a la reconfiguración de prácticas sociales, y su presencia es cada vez más significativa en la educación, Internet puede darnos a los profesores la oportunidad de repensar –entre otras cosas- una pregunta pedagógica invisible en la educación presencial: ¿con quién aprender? La respuesta que demos a esta pregunta puede tener un gran calado en la tradición y cultura pedagógica si en la respuesta ponemos Internet.
¿Con quién aprender?, desarrollada más ampliamente aquí, en el contexto del aula tiene, salvo excepciones, una única respuesta: con el profesor, si no ¿con quién? Este es casi un axioma en la forma de representar las oportunidades educativas en el aula. No obstante, cuando respondernos a esa pregunta pedagógica y asumimos Internet como parte de la respuesta, no sólo estamos incorporando artefactos en la acción educativa, sino que podemos distinguir el ejercicio de una cultura –conocimientos, actitudes y prácticas- sustentada en flujos de comunicación en red. Tomando en cuenta estos flujos en red, que Castells denomina autocomunicación de masas, la matriz relacional educativa por excelencia, la consabida relación profesor-alumnos en la que descansa buena parte de nuestra acción y representación didáctica, así como la función social y cultural de la escuela, puede verse desbordada.
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Esto es, si formulamos la pregunta dada por resuelta en la escuela ¿con quién aprender? y nos apoyamos en un entorno de comunicación en red –como es Internet- para dar una respuesta, la matriz relacional profesor-estudiantes se rompe para dar cabida a otros perfiles y relaciones educativas. En un entorno en red no está sola la enseñanza, ni el profesor, sino que caben diversos y también incógnitos agentes educativos, así como otras acciones educativas que se están perfilando como significativas, como conversar, colaborar o contribuir en red, con especialistas y amateurs, de forma horizontal o bidireccional, de uno a muchos, de muchos a muchos o, técnicamente, de todos a todos. En la red, además del profesor, caben muchos “otros” como condición social de aprendizaje.
Ahora bien, extrapolando la estructura de la pregunta de Goody al terreno de lo pedagógico e Internet podemos decir: ¿qué importancia tiene para la educación que el aprendizaje se desarrolle en el aula o que sea en red? Por lo visto, no se trata sólo de pensar con qué herramienta de Internet podemos enseñar, aunque esto también cuente, sino que este giro instrumental nos está permitiendo preguntarnos, esta vez con meridiana nitidez, con quién podemos aprender. Sobre esta nueva matriz de relación en red, tan amplia y compleja, cabe hablar de educación, así como de otras formas de discurso pedagógico y construcción didáctica.
En general, si hay algo que internet puede estimular en la educación sería, entre otros aspectos, una nueva sensibilidad y comprensión de la función educativa de “el otro” en red.